sábado, 4 de septiembre de 2010

Sobre la Presencia

La sufusión de la presencia a través de la totalidad y de la esencia
de todo cuanto existe es exquisita en su suavidad, y su tacto,
es como de algo que se derrite.
El yo interior es su verdadero núcleo.
En el mundo ordinario, sólo se puede tocar la superficie de las cosas,
pero en la Presencia, la esencia más profunda de cualquier cosa
se halla entremezclada con la de todas las demás cosas.
Este tacto, que es la Mano de Dios en su tierna suavidad,
es al mismo tiempo una expresión y la morada del poder infinito.
En su contacto con la esencia interior de todo,
uno es consciente de que la Presencia está siendo sentida
por todas las demás cosas, objetos o personas.
El poder de su suavidad es ilimitado, y dado que es total y omnipresente,
es imposible oposición alguna.
Impregna “todo lo que es”, y de su poder surge la propia existencia,
que es al mismo tiempo creada y sustentada por el poder.
Este poder es una cualidad intrínseca de la Presencia
y su presencia es la esencia de la propia existencia.
Está presente en todos los objetos.
Cada hoja sabe cómo está siendo experimentada por todo lo demás y
comparte el gozo de la divina Presencia.
Todo se halla en un estado de silencioso regocijo,
por cuanto su consciencia es una experiencia de la Divinidad.
Una peculiaridad de todo cuanto existe es la de una serena gratitud,
siempre presente, por habérsele concedido el don
de experimentar la presencia de Dios.
Esta gratitud es la forma en la cual se expresa la adoración.
Todo lo que es creado y tiene existencia comparte el reflejo de la gloria de Dios.

Libro “El Ojo del Yo” por David R. Hawkins

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