Este es un artículo de Georgina, amiga, Maestra y practicante de un Un Curso de Milagros® ¡Gracias Geo por compar tu camino con "Vivir en Presencia"!
En ninguna etapa de nuestra vida nos fue enseñado cómo hacer frente a nuestros conflictos, cómo relacionarnos amorosa y compasivamente con otras personas y, menos aún cómo sentirnos seguros en un mundo aparentemente inseguro y agresivo. (Susan Trout)
En la mayoría de las casos, y sin generalizar, durante nuestro proceso educativo sociocultural, a la mayoría de las personas durante la etapa infantil, que es en la que se forman los conceptos y actitudes que en la etapa adulta nos conforman y se manifiestan, no nos enseñaron cómo observar, mantener y cuidar nuestra mente, y pareciese que sabemos más sobre cómo abusar de ella, experimentando así en nuestras vidas y en nuestros cuerpos obstáculos que nuestra mente fabrica a través de un sistema de pensamiento erróneo, basado en la idea del pecado que nos genera culpa que nos hace introducirnos en la idea de un castigo esperado, negándonos con ello la paz y la felicidad.
A través de estos años de desarrollo emocional fuimos construyendo expectativas en base al pasado y en base a este pasado hacemos juicios en el presente, nos enjuiciamos permanentemente a nosotros mismos y como una proyección natural de esto hacemos juicios sobre las personas que nos acompañan, y ni siquiera nos damos cuenta de ello.
¿Nos hemos preguntado alguna vez por qué nos enjuiciamos y enjuiciamos a todos y todo? ¿Cual es la causa real de que una determinada persona nos haga sentir tristes o contentos o, simplemente nos caiga bien o mal? ¿Qué ocasionó que a la persona que creíamos amar en el pasado ahora en este presente nos sea casi imposible soportarla? ¿Por que recurrimos casi al sacrificio por agradar a las personas con las que convivimos pero sin agradarnos a nosotros mismos en algunas ocasiones? ¿Por qué buscamos en el exterior la aprobación que nosotros mismos no podemos otorgarnos? ¿Qué es lo que nos detiene para ser realmente felices y unirnos a la voluntad de Dios?
Las respuestas a estas preguntas estarán apoyadas en nuestro especial sistema de pensamiento que hemos formado y desarrollado a través del tiempo, un sistema basado en falsos conceptos de pecado, culpa y castigo, incapacidad de experimentar el Cielo de Dios que nos sume en el infierno del ego, uno en el que todo lo tenemos apoyado en el pasado sin poder vivir el presente que es lo único importante, el aquí y ahora, un mundo en el que “vemos y creemos” pero no observamos y conocemos.
La decisión de juzgar en vez de conocer es lo que nos hace perder la paz. Juzgar es el proceso en el que se basa la percepción, pero no el conocimiento... Los juicios siempre entrañan rechazo. Nunca ponen de relieve solamente los aspectos positivos de lo que juzgan, ya sea en ti o en otros. Lo que se ha percibido y se ha rechazado, o lo que se ha juzgado y se ha determinado que es imperfecto permanece en tu mente porque ha sido percibido. Una de las ilusiones de las que adoleces es la creencia de que los juicios que emites no tienen ningún efecto. Esto no puede ser verdad a menos que también creas que aquello contra lo que has juzgado no existe. Obviamente no crees esto, pues, de lo contrario, no lo habrías juzgado. En última instancia, no importa si tus juicios son acertados o no, pues, en cualquier caso, estás depositando tu fe en lo irreal. Esto es inevitable, independientemente del tipo de juicio de que se trate, ya que juzgar implica que abrigas la creencia de que la realidad está a tu disposición para que puedas seleccionar de ella lo que mejor te parezca. (T.3.VI.2)
No nos damos cuenta de nuestros juicios porque vemos todo fuera de nosotros. Si empezamos a auto observarnos podremos encontrar que todo está en nuestro interior, nos conoceremos de forma tal que podremos ahora distinguir con claridad los juicios que permanentemente hacemos. Y tal vez lo más importante no es dejar de hacer estos juicios, pero sí de observar que los hacemos y poder desde ahí empezar a modificar e incrementar nuestra energía al poder aceptarnos sin tratar de modificar lo de afuera, modificando solo nuestro sistema de pensamiento y descubriendo que, como se plantea en Un Curso de Milagros®, afuera no hay nada que nos pueda causar placer o dolor, esto está solo en nuestras mentes y esa es exactamente una decisión personal. Cuando nos hacemos cargo de nosotros mismos empezamos a experimentar una profunda paz, y podemos hacer frente a los problemas que se nos presenten con una mayor claridad, y por lo mismo ofreciéndonos mejores soluciones.
Georgina Arteaga-Carlebach
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