sábado, 4 de septiembre de 2010

No soy yo, eres tú

Hay una pregunta que siempre queda sin respuesta y esta pregunta es: ¿quién soy? El ego, tal como lo veo, es la parte de nuestra mente que trata constantemente de contestarnos esa pregunta. Para poder darnos una respuesta, el ego va recolectando una cantidad enorme de datos a través de todas las experiencias de nuestra vida y así se crea una estructura que va creciendo y aprendiendo en nosotros y a través de la cual, interactuamos como un individuo en esta realidad.

Para poder interactuar en esta realidad el ego es imprescindible. Si vamos al banco a hacer una transacción de dinero, es importante que poder decir que soy Pedro Pérez y que el número de cuenta es la 84321. Para vivir en esta realidad, tenemos consciencia de nuestro cuerpo, del país donde vivimos, dirección, familia, profesión, trabajo, amigos, gustos y preferencias, normas sociales y culturales, las leyes, y así muchos aspectos más. El ego le da estructura a toda esta información y nos define como seres individuales.

Hasta aquí todo va relativamente bien, entonces, ¿cuál es el problema con el ego? Uno de los problemas es que el ego se desarrolla a través de la interpretación de las circunstancias que nos rodean. Y esa interpretación se basa, sobre todo, en la misma interpretación que hacen y por lo tanto aprendemos, de las otras personas en nuestro mundo, llámense padres, familia, maestros, amigos, sociedad. En este sentido, el ego se forma en base a lo que dicen y hacen otros egos. Y de esa manera es que el ego pretende responder a la pregunta de ¿quién soy? Y le creemos, identificándonos completamente con la imagen que ha fabricado.

El ego deduce rápidamente que esta es una realidad dual y polarizada, que todo está clasificado en bueno-malo, y, para que ser aceptado y puedernos relacionar con otras personas (otros egos) comenzará a aceptar como lo que somos, lo que las circunstancias y los otros egos, juzguen como "positivo" y descartará, esconderá y negará, todo lo que considere como "negativo". De esta manera el ego esconde todos los aspectos o cualidades que considera negativas o destructivas y dice que no somos eso, que eso no está en nosotros.

Para poder decirnos lo que somos, el ego utiliza el mecanismo de la separación, creando un muro firme que nos diferencia de lo que él considera que no somos. Pero somos mucho más de lo que el ego puede creer en cualquier momento de nuestra vida, y esta realidad en la que estamos es solo un ínfimo espectro de la gran realidad de la creación. Somos seres espirituales, multidimensionales, un espíritu viviendo en esta realidad, somos chispas de Dios. Pero cualquier cosa que el ego no pueda medir, clasificar, razonar, darle un sentido acorde a esta realidad, lo sacará inmediatamente de nosotros y dirá: esto no soy yo, esto está fuera de mí, esto es peligroso.

Una vez que entendemos cómo opera el ego para separarnos de nuestra esencia, es posible comenzar a cambiar y a expandirnos, integrando esta parte de nosotros a la totalidad que somos.

Negación y Proyección

Hace muchos años, "Un Curso en Milagros" me mostró cómo funcionan dos mecanismos básicos y neuróticos del ego. El curso no inventó los términos negación y proyección, se los debemos en realidad a Freud, pero me ayudó a entenderlos.

Aunque no estemos conscientes nos sentimos abrumados por el miedo y el terror, sintiéndonos culpables por no ser buenos y esperando un castigo por ello. Tratamos de esconder en todo momento eso que no queremos que los demás vean en nosotros y que nosotros mismos no queremos ver y quizás así seamos aceptados en lugar de ser castigados con el desamor y la soledad. Nuestro ego, para podernos definir como personas buenas y ser aceptadas y amadas, alimenta todo ese resentimiento en nosotros una y otra vez. Los mecanismos más comunes que utiliza son la negación y la proyección.

Cuando nos sentimos presa del terror y el miedo y sintiéndonos muy mal, aunque no seamos conscientes de ello, ¿a quién recurrimos por ayuda? Recurrimos a esa parte nuestra que es nuestra identidad y le pedimos ayuda. Esa parte nuestra no es más que el ego mismo. Y el ego, que está siempre dispuesto a ayudarnos lo hace muy bien. Lo primero que el ego hace es que nos dice que todo ese miedo, terror y culpa que sentimos no existe, que no es parte de lo que nosotros somos, que no está ahí. Nos dice es que no nos preocupemos porque no estamos sintiendo ni miedo, ni terror, ni culpa. Eso es la negación y créeme que funciona a las mil maravillas.

A través de la negación las personas se pasan horas y horas frente a la TV, el computador, trabajando. Otros se drogan o emborrachan, estudian, leen, investigan, compran, ayudan a los demás, cualquier cosa que nos mantenga muy ocupados y nos ayude a desconectarnos de lo que estamos sintiendo. Hay mil formas de evasión que utilizamos para decirnos a nosotros mismos: esto desagradable que estoy sintiendo no está en mi, no existe.

Lo que sucede con la negación es que es un mecanismo débil y, aunque al principio da resultado, no podemos negar por mucho tiempo algo que sentimos y que está allí. Así que el ego necesita otra herramienta más astuta y también la utiliza. Y entonces lo que el ego nos dice es que eso que estoy sintiendo, no está en realidad dentro de mi, sino que está en alguna cosa o persona fuera. Es decir, toma algo que está nosotros y nos dice que no está en mi interior sino que está en el exterior. Eso es la proyección.

Por medio de la proyección tomamos el resentimiento, odio y culpa en nosotros y lo proyectamos hacia afuera y al verlo afuera decimos que no nos pertenece. Así nos decimos que no somos culpables, que nunca nos hemos traicionado, y consideramos que no somos responsable por nuestra infelicidad, tristeza, escasez, dolor sino que otros o algo externo lo es. Todas esas cualidades y emociones que sentimos pero que no queremos ver en nosotros y que por lo general son las que hemos calificado como negativas, las lanzamos al exterior y se las adjudicamos a alguien o algo en nuestro entorno.

Por medio de la negación y la proyección, vivimos una vida llena de miedo, pero decimos "el miedo no está en mí, sino en ti". Vivimos una vida llena de agresión, pero decimos "yo no soy agresivo, el agresivo eres tú". Vivimos una vida sin amor pero decimos "yo soy amoroso, el que no eres amoroso eres tú". Tomamos esa gran lista de aspectos negativos y lo colocamos en el exterior. Y por supuesto, después que colocamos todo lo negativo en el otro, lo que queremos hacer es alejarnos del otro. Y nos separarnos física, emocional o mentalmente de esa persona, situación o cosa sobre la que hemos proyectado lo que en realidad es parte de nosotros.

El ataque y la supervivencia del ego

La existencia del ego depende de lo separados que nos sintamos, de Dios, de nosotros mismos y de los demás. Por este motivo, negar toda nuestra oscuridad y proyectarla a otros y luego separarnos del otro, es un mecanismo muy inteligente que utiliza el ego para mantenernos estancados.

Al ego le encanta la culpa, si nos sentimos culpables es porque consideramos que algo que hicimos, merece un castigo. Para librarme del miedo de ser castigado, nada mejor que decir que no es mi culpa y proyectarla afuera. Pero el hecho de proyectar la culpa en otros, aunque aparentemente me libera a mí de todo ese miedo, en realidad lo está reforzando, porque me confirma una y otra vez que vivimos en un mundo peligroso y agresivo, que hay cosas horribles que hacemos y que merecen castigo y que no tengo poder sobre eso.

El ego nos dice, esta culpa que sientes no está en ti, está en el otro (o en una situación o cosa). Una vez que coloca la culpa en otro, obviamente el otro es un ser con cualidades muy negativas del cual me tengo que separar. Para separarme, lo ataco. Pero resulta que cualquier ataque a otro, seamos o no conscientes de ello, nos genera más culpa. Parece ser que sicológicamente, al hacer daño o atacar a otros, nos sentimos culpables a niveles profundos. Cuando atacamos a alguien ya sea física, emocional o sicológicamente sentimos que nuevamente somos malos y por lo tanto aparecerá la culpa y el miedo al castigo. Y nos preparamos para defendernos contra el castigo (el ataque), que el otro ego a su vez mandará contra nosotros. La guerra no termina y nos seguimos separando.

Como comenzar a sanar

Todo viaje comienza con un paso. Adopta una posición de observador en cada día de tu vida, irás encontrando y descubriendo cómo utilizas, sin darte cuenta, la negación, proyección, ataque y defensa. Ese es el primer paso: darte cuenta que el mecanismo está operando en ti.

Poco a poco comienza a intentar pequeños cambios en el mecanismo, y cuando sientas que es el momento, conscientemente, no uses la negación. No niegues y acepta lo que estás sintiendo tal como es, hazte dueño de lo que sientes. Abraza lo que sea que estés sintiendo y observa qué sucede en tu interior si no usas la negación. Observa que pasa en tus relaciones con los demás cuando no usas la negación.

Luego date el permiso, conscientemente, de no usar la proyección, asume que lo que sucede está en ti y es parte de tu presente, tu ahora, tu responsabilidad. Observa cómo te sientes y que pasa a tu alrededor cuando dejas de proyectar, como te ves a ti mismo y al mundo.

No te presiones, ve poco a poco y siéntete seguro con cada paso que des. Vas a comenzar a ver cambios asombrosos en la manera en que te ves a ti mismo y al mundo. De pronto hay una sutil y poderosa sensación de empoderamiento en ti, te estás haciendo dueño de tu vida y tu mundo, estás más auténticamente presente. Y este impulso irá en aumento y serás más consciente y observarás más y más oportunidades para no negar, no proyectar, no atacar. Con cada paso, más y más plenitud, seguridad y confianza se irá desplegando en tu ser. Lo que realmente eres ha comenzado a expresarse.

Verónica Hernández Simeonoff.
© Todos los derechos reservados, Septiembre del 2010

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