miércoles, 21 de abril de 2010

El Regreso de los Soldados

Hace un par de años leí una historia muy inspiradora que me dio importantes pistas para mi trabajo interior. Lo que entendí y comencé a poner en práctica a raíz de esa historia es algo que se ha vuelto muy natural en mi vida, me ha traído mucha sanación e integración y que hoy quiero compartir contigo. No se si la historia es verdadera, pero más allá de que sea una historia de la vida real, me parece realmente especial vista a través de los ojos del crecimiento personal.

Cuentan que en la segunda guerra mundial, los militares japoneses dejaron soldados en muchas de las pequeñas y solitarias islas del pacífico. La misión de estos soldados era defender ese territorio e impedir que el enemigo se apropiara de ellos. Así, día tras día, estos soldados permanecieron alejados, solos, sin comunicación, cumpliendo su misión, entrenados y listos para entrar en batalla. Conocieron el ambiente, fabricaron sus trincheras, elaboraron estrategias de defensa y aprendieron a vivir y a querer sus pequeños territorios, dispuestos a defenderlos a como diera lugar. Ningún enemigo tomaría posesión de estas islas. La guerra terminó y en medio de tantas situaciones políticas, económicas y de toda índole, los militares japoneses estaban muy ocupados y no tomaron en cuenta de inmediato a los soldados que estaban desplegados en las islas. Nadie les avisó a estos hombres que la guerra había concluido, así que para ellos nada había cambiado y seguían en guerra, defendiendo sus islas.

Pasado algún tiempo, los militares decidieron ir a buscar a los soldados. ¿Cuál era la mejor manera de traerlos de regreso a su país después del valioso servicio que habían prestado y de haberlos dejado abandonados por un tiempo después que la guerra había terminado? Decidieron entonces que el general de más alto rango iría en busca de los soldados. Así, el general en jefe, se vistió con su traje de gala y al llegar a cada isla, antes que nada, agradecía y honraba al soldado por su valor y determinación, reconociendo su valioso servicio. Luego le explicaba que la guerra había concluido y retornaba con él al hogar. Uno a uno los soldados fueron traídos de regreso y cuando el último llegó, se realizó una gran celebración para honrar a todos los valientes que tanto habían dado por su país.

Esta historia, es una hermosa analogía de lo que nos sucede como seres humanos divinos a lo largo de nuestra vida (y posiblemente de muchas vidas). En nuestras experiencias nos vamos enfrentando a ciertas “guerras” y dejamos “soldados”, que son partes de nosotros mismos, cuidando territorios que no queremos que sean invadidos, explotados o conquistados. Estos aspectos están formados por nuestra energía atrapada alrededor de eventos de nuestra historia en los cuales, desde nuestro punto de vista, hemos sido heridos de cualquier manera física, mental o emocional. Su misión es la defensa y han elaborado una estrategia para que no seamos heridos nuevamente. Conocen muy bien la isla que defienden y no van a permitir que sea invadida. Hacen su trabajo día a día, con increíble eficacia y sin enterarse de que las circunstancias cambiaron, que el momento del ahora es otro y que ya no estamos en guerra. Siguen defendiendo lo que no requiere ser defendido, están viviendo una fantasía, una ilusión que ya no existe y al menor indicio de que seremos atacados, reaccionan con toda su fuerza.

Estos soldados, o aspectos, están formados mayormente por patrones, creencias, memorias, juicios, formas de ser y de actuar que se disparan automáticamente bajo ciertas circunstancias cuando se prende la alarma de peligro o pareciera que estamos siendo atacados de alguna manera. Por ejemplo, si cuando teníamos 3 años presenciamos una gran pelea de nuestros padres y sentimos miedo, angustia y dolor (entramos en una guerra), pudo haberse creado un aspecto que nos hizo salir corriendo hacia nuestro cuarto y escondernos debajo de la cama como defensa. Estar escondidos debajo de la cama se sintió como un alivio, una mejoría a nuestra situación en ese momento. Ahora, 20 años después, ese soldadito de 3 años sigue usando la misma estrategia para evitarnos la herida. Claro, no nos escodemos debajo de la cama, pero huimos de cualquier situación conflictiva, nos angustiamos, paralizamos y temblamos cuando otras personas están discutiendo y no podemos accionar de una manera serena y clara ante ese tipo de situaciones. El soldado no sabe que la guerra ha terminado y sigue defendiendo su isla de la forma en la cual obtuvo un buen resultado en el pasado.

Si lo analizas, seguramente encontrarás varios aspectos de tu personalidad, que identificas como soldados que no se han enterado que la guerra terminó y te gustaría recuperar estos aspectos de regreso a la unidad de tu ser. Te has hecho consciente de muchas reacciones que tienes a lo largo del día que no se ajustan a la realidad que estás viviendo. Cuando algo sucede, te es muy complejo y prácticamente imposible, mantenerte en el momento presente, observando los hechos y accionando de acuerdo a ellos. Por el contrario, un aspecto tuyo, condicionado por un hecho del pasado, toma el control y reacciona automáticamente. Este es sin duda un soldado que se quedó cuidando una isla en el pasado y responde cuando se siente atacado porque desconoce por completo que el momento es otro y la guerra terminó.
La parte que me parece más hermosa de esta historia, es su final, cuando se narra la forma en que los militares japoneses recuperaron a los soldados que estaban esparcidos por muchas islas y los llevaron de regreso a su país. Siguiendo los pasos que nos narra esta historia, podemos establecer una estrategia parecida para recuperar nuestros aspectos aislados y traerlos de regreso hacia la unidad del ser y al momento presente. El proceso es como sigue.

Identifica el aspecto, se consciente de él. El primer paso es ser consciente de que hay emociones, pensamientos, actitudes, acciones, juicios, creencias, etc., que no se corresponden con tu realidad tal como es en el momento presente. Por ejemplo, puedes hacerte consciente de que comes todo el tiempo aún cuando no tienes ganas, que eres muy estricto con la disciplina de tus hijos y poco cariñoso, que tienes miedos no justificados, que los celos te atormentan, que te quejas de todo, que el trabajo que hacen otros nunca está bien para ti. Sea lo que sea que te hagas consciente, anótalo y observa cómo se apodera de tu comportamiento. Reconoce que es un aspecto tomando el control, un soldado defendiendo una isla.

Una vez que identificas el aspecto, analiza el hecho de que este aspecto no es una parte defectuosa que tienes. Si importar lo desagradable o nocivo que te parezca el aspecto, no lo juzgues como un defecto o una parte espantosa de ti. Por el contrario, comienza a ver este aspecto como una parte de ti que te ama profundamente y que “te está defendiendo de algo”. Es un soldado con información incorrecta que defiende su isla. El soldado no está en lo incorrecto, está cumpliendo con su deber. El problema es que está congelado en una información pasada que ya no es válida en el presente.

Ahora toma la decisión de ir en busca de este aspecto para integrarlo al ser, para traerlo de regreso a la unidad de quién eres tú en este momento y regresarlo al momento presente. En otras palabras, decide ir a buscar a este soldado abandonado en la isla. Cierra tus ojos y evoca la energía de este aspecto. Permite el contacto y siente la energía de este aspecto. ¿Cómo te sientes cuando eres estricto con tus hijos más allá de lo normal? ¿cómo te sientes cuando te invaden los celos? ¿cómo se siente tener ansias de comer y comer? Cualquiera que sea la energía del aspecto, permite que se haga prensente en ti. Estás entrando en contacto con el soldado olvidado.

Ahora habla mentalmente con este soldado. No se requieren largas conversaciones ni reflexiones, simplemente agradécele, reconoce que ha estado haciendo su labor y que lo hizo muy bien. Honra este aspecto por ser tal cual es. Un simple “gracias” de corazón hará que esta energía comience a integrarse y entonces, a medida que se integra, tu emoción cambiará y comenzarás a sentir paz. Es la misma paz y alivio que siente el aspecto al saber que ya no hay guerra, que está camino de regreso a la unidad, a la integración con el ser de quien forma parte.

No importa si sientes un cambio dramático o sutil en la emoción o pensamiento que es el tono principal del aspecto. Vas a notar que se alivia la tensión, que “algo” se suelta y que, aunque el cambio sea leve, hay un indicio de que te sientes mejor. Es la señal de que lograste comunicarte con ese aspecto olvidado de ti, que recibió y atendió tu agradecimiento y honra y el proceso de transformación e integración ha comenzado. Este proceso no tiene marcha atrás.

Algunos aspectos requerirán más tiempo que otros, pero se por experiencia que si comienzas a integrar tu energía de esta manera, toda tu vida se transformará hacia un estado de mayor alegría, paz y bienestar en general. Practica con los aspectos suaves y sencillos que se presentan en las situaciones de todos los días y te irás volviendo muy hábil con lo cual, cuando enfrentes un aspecto y emoción más fuerte, ya tendrás el entusiasmo y la confianza que te da el haber probado que esta simple técnica funciona. Verás como comenzarás a sentir mucha energía vital en tu ser, porque estarás recuperando energía que estaba aislada y congelada en tus aspectos y esta energía adicional mejorará tu salud, incrementará tu creatividad y te dará un impulso muy amoroso y pacífico para vivir la vida que siempre soñaste.

¿Queremos paz en el mundo? Sería muy positivo comenzar por hacer la paz en nosotros, ir en busca de toda esa energía que es parte de nosotros y cree, y por lo tanto crea, una continua guerra en nuestras vidas. “Cuando yo cambio todo cambia”, ya sabemos eso, y sabemos también que estamos creando una nueva tierra donde la unidad es parte fundamental. Es hora de re-unirnos, comencemos por nosotros mismos.

Verónica Hernández Simeonoff
© Todos los derechos Reservados, Abril 2010

jueves, 8 de abril de 2010

Reflexión

Mientras vas aumentando tu conciencia del ahora, mira el nivel de tus emociones. No eres responsable de sentimientos pasados o de sentimientos futuros probables.

Tu responsabilidad es con el ahora. Lo único que tienes que hacer es aceptar tus emociones del momento, trabajar dentro de esa estructura presente y soltar continuamente y dirigirte libremente al siguiente momento. Este método se encarga automáticamente de los sentimientos pasados, ya que te mantienes constantemente al día. Todo es ahora. No hay un solo momento adonde se tome conciencia que no sea ahora.

- John-Roger
de: El Camino de Salida

martes, 6 de abril de 2010

La Función del Ego

Comparto con ustedes este artículo que me gustó mucho porque plantea una postura de equilibrio e integración positiva del ego versus una postura común de aniquilación o guerra hacia esta parte importante de la totalidad que somos. Lo recibí como una nota en facebook. ¡Que lo disfruten!
Con amor, Vero

La Función del Ego

Si tuvieras la percepción de lo que realmente eres, verías que tu cuerpo físico es solo una mínima parte de tu ser. Esa materia, que reconoces como tu imagen, es solo la parte más externa de ti mismo, la cáscara visible que envuelve lo invisible. Porque invisibles son tus demás atributos: la conciencia, los pensamientos, los sentimientos, el alma, y el espíritu. Si escoges identificarte solo con tu carne y sangre, te condenarás a las limitaciones que te ofrece tu fracción más densa. Mientras que la visión obtenida, desde tus aspectos más sutiles, ampliará tu conciencia a una mayor comprensión del significado de la vida, y te dará acceso a todo tu potencial creativo.

Así que, en realidad, lo que tu apodas como el “más allá” resulta ser lo más cercano a ti, tu “más acá”, porque conforma tu naturaleza más íntima; ese núcleo espiritual, que, cuando es activado, te conecta, y te integra a todo lo creado. Mientras que el enfoque exclusivo en lo material siempre te conducirá a sentirte desvalido y muy aislado. El mundo te enseñó a cuidar solo la fachada de lo externo, que es lo que crees real, y esto te ha llevado a un grave error de identificación. De la falsa identidad nace y se desarrolla el “ego”, que se alimenta de las limitaciones que tú aceptas, y gusta de tomar el control para construir los barrotes de tu propia cárcel. Mientras más te apoyes en la tiranía del “ego”, más experimentarás el dolor de la separación y la frustración de percibir que siempre hay algo que te falta para poder saborear a plenitud cada experiencia.

Si desde niño te hubieran educado con la idea de que en lo profundo de ti mismo contienes algo que es infinitamente superior al “ego”; entonces ahora tal vez te darías la oportunidad de explorar, experimentar y buscar la comunicación con ese núcleo interno que te puede hacer poderoso, más allá de toda medida. Entonces tu vida sería más creativa, y actuarías siempre de acuerdo a tu verdad interna, y a tus propios sentimientos. En vez de vivir paralizado por el miedo, siguiendo en automático los dictados de lo que la sociedad te impone.

Si te identificas solamente con las apariencias de lo físico, vivirás desde el “ego”, y así tu vida perderá su significado trascendental. Tal vez entonces tu paso por la Tierra se convierta en la búsqueda del placer y la comodidad, pero, luego de obtenerlos, te encontrarás todavía más vacío y desilusionado. Actuando desde el “ego” invariablemente vas a sentirte inadecuado, asustado e inseguro porque una parte de ti nunca se involucra en lo que haces, y te hará falta la profundidad y la visión creativa del que aprendió a sentir desde su nivel más elevado. Posiblemente, con el “ego” como aliado, tendrás la capacidad de memorizar, aprender, repetir y copiar lo que otros han dicho o hecho; porque el “ego” se especializa en enfocarse hacia lo externo. ¿Pero, será eso suficiente para tu alma, que aspira a beber el elixir de la inmortalidad?

En los círculos espirituales mucho se habla de que al “ego” hay que matarlo. Pero tú seguramente tienes miedo de que, si el “ego” desaparece, lo que conoces de ti mismo también se diluirá con él. Tienes que comprender que tú eres mucho más grande de lo que hasta ahora has imaginado. Tú eres conciencia pura y sabiduría infinita limitada por un cuerpo. ¿No valdría la pena dedicarte entonces a descubrir quién realmente eres, y cuales son tus verdaderas posibilidades?

En la muerte del ego no encontrarás ninguna solución a este problema de identificación. Si debilitas demasiado el “ego”: te llenarás de miedos, tu autoestima se precipitará al fondo del pozo y se te dificultará ser asertivo. Así, sintiéndote disminuido, caerás en la neurosis y buscarás alivio en el alcohol y las drogas. Si por el contrario, dejas que tu “ego” se infle demasiado, tendrás conflictos en las relaciones, lo que reducirá significativamente tus posibilidades de atraer situaciones favorables y una vida amable. El egocéntrico, que por lo regular está enfocado en tomar ventaja sobre los demás, ignora que nunca podrá obtener lo mejor del otro, a menos que con anterioridad esté dispuesto a ofrendar lo mejor de sí mismo.

Tienes un problema de identificación, que solo podrás resolver cuando encuentres la correcta organización jerárquica gobernadora de tu vida. En el viaje hacia la lejanía, quien conoce el rumbo es el “capitán”, que para ti es aquel que habita en tu sagrario interno. Y a quien corresponde la tarea de sirviente es al “ego”, a quien nunca debe permitírsele proceder por su cuenta, sin buscar antes contacto con el “capitán” y pedirle ayuda cuando la necesita. Para que el “ego” sea un servidor efectivo, debe poner todo su empeño, su fuerza y su voluntad para ejecutar la tarea de servir a su señor con lealtad y persistencia.

Cuando el contacto permanente con la inteligencia creativa se haya establecido, el “ego” podrá “jubilarse” con honor y sin perjuicios. Tiene entonces permiso de apartarse, y permitir que sea el “Yo interno” quien tome las riendas para conducirte por la vida. Ese es el momento supremo de la entrega, cuando la intuición, la inspiración y la creatividad despertarán para apoyarte, y vivirás cada experiencia desde la integridad y la sabiduría que procede de lo más elevado de ti mismo.

Escrito por Andrea, www.reikienbrooklyn.com
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