viernes, 19 de agosto de 2011

Una Flor no es una Flor


Date cuenta que cualquiera que sea tu decisión al respecto de lo que tiene que ser hecho y de como y donde deba ser hecho, no pasa de imaginación. Sabe que si fuera deseo de la Existencia, contigo o sin ti, ha de suceder aquello que tiene que suceder. Aquello que te cabe hacer, sabrás muy bien hacerlo, día tras día. Este es el significado de "entrega", se trata de un "desenfreno". Llega un punto en que te rindes y dejas suceder.

Aceptación no es un hacer, no es un acto, no tienes como cometer aceptación. La aceptación es la mera observación de que tú no puedes hacer nada en relación a ninguna cosa, en verdad. Sólo cabe una percepción del hambre, del cansancio, del amor... o de lo que quiera que sea que esté sucediendo. ¡Nada más que eso!

La mente insiste en anteponerse y decidir, mientras que las cosas aparecen y se resuelven por si mismas. La mente le da sentido a los objetos y acontecimientos, pero eso no quiere decir que los objetos ni los acontecimientos sean aquello que la mente determina. Dentro de la mente hay decisión y separación, o sea: limitación. Sin embargo, te invito a ver aquello que es inmortal - hay algo que no muere. Dar nombre a un objeto es matarlo. Definitivamente, una flor no es una flor.


Entrégate, si puedes, o aléjate. Nuestro encuentro se rige por una única condición: el amor por algo que, de verdad, no sabemos que es. No sabemos porque estamos aquí, ni por que estamos cuestionando esto. Yo insisto, la invitación es solamente: "Be here".
Pero no quieres entregarte, la mente no quiere ser discípula, ella quiere ser el Buda. ¡No te equivoques! Todo no pasa de palabras, conceptos. La razón de que estemos aquí está en simplemente ser. Comprende, no dije "ser alguna cosa", estoy diciendo: ¡Simplemente sé! Y nuestro encuentro es necesario sólo para recordarte eso: para que reserves, en tu día a día, la condición de simplemente ser, cada vez más y más.

Satyaprem

satyaprem.blogspot.com (publicado en Facebook por Haridas Prem) 

viernes, 12 de agosto de 2011

Aceptación


Dejo de resistirme a lo que rechazo de mí . También soy eso.  Chandica.

Bajo la máscara de nuestro yo consciente descansa, oculto y reprimido, un variado catálogo de emociones destructivas como a ira, el rencor, los celos... y partes repudiadas o reprimidas que conforman ese territorio arisco e inexplorado que la Psicología denomina sombra. Desde nuestra más tierna infancia, se nos fue indicando que eso que, a veces, sentíamos era “malo”, por lo que no tuvimos más remedio que reprimirlo y ocultarlo en el fondo de nosotros mismos ya que, de otra forma, corríamos el riesgo de ser amenazados por castigos y devaluaciones dolorosas.

Aquellas rabietas y frustraciones que, por una cuestión de edad y desarrollo, no pudimos resolver, fueron sepultándose en el sótano o subconsciente de nuestra mente. Y dado que todavía éramos criaturas emocionales sin casi presencia del discernimiento, cualquier ofensa a nuestra importancia personal hacía aumentar el espacio de nuestra sombra. Cuando, alguna vez, hicimos el ridículo o nos sentimos abandonados, cuando nos culpamos de tener ideas asesinas y suicidas o nos aterrábamos ante la posible pérdida de los seres queridos, cuando sentimos envidia, miedo u odio por seres que paradójicamente amábamos, y no éramos capaces de encajar apropiadamente tales sentimientos, crecía nuestra sombra. Un espacio emocional que, tarde o temprano, aflora al exterior escondido entre las más variadas exageraciones que expresamos en la vida de cada día.

Es por ello que cuando nos veamos exagerando, bien sea por defecto o por exceso, ¡Atención!, eso indica que nuestra sombra está detrás de la escena como una hidra que aflora sus tentáculos y muestra curiosamente qué parcela de uno mismo debe ser revisada y, en su caso, resuelta.

El “disolvente mágico” más terapéutico y eficaz para resolver la sombra es la Luz de la Consciencia. El hecho de observar y examinar, de manera sostenida, todas las ramificaciones que dicha parte reprimida ha desarrollado en nuestra mente subconsciente, transforma sus neuróticas reacciones en opciones voluntarias. Al aceptar la sombra, ensanchamos el ámbito del yo a un territorio cuya integración aporta poder personal y dinamiza el propio proceso de liberación y madurez. En realidad, lo primero que requiere dicho proceso de maduración es reconocer las diferentes partes del yo persona, ya sean bonitas o feas. Se trata de sub-personalidades que nos resistimos a mirar porque, sencillamente, no nos gustan. Una vez reconocidas, conviene pasar a la aceptación del fardo psíquico negativo con el que nos vemos obligados a vivir y del que no somos, en absoluto, culpables. Por último, y a partir de tal reconocimiento y aceptación, conviene proceder a elaborar nuevas y más deseables opciones de pensamiento y conducta.

No podemos seguir creyendo ingenuamente que la virtud se alcanza tapando el vicio. Tal vez, la vida no consista en lograr el bien aislado del mal, sino a pesar de él. Realmente, las únicas personas “malvadas” que pueden existir, son aquellas que se niegan a admitir su propia negatividad. Desde la perspectiva de la consciencia, todos los errores pueden corregirse, excepto los que se cometen de manera inconsciente. De hecho, para la parte “malvada” de la persona, el hecho de ejercitarse en la autoobservación sostenida es como una especie de suicidio. Es por ello que la “medicina mágica” que todo transforma está basada en el observar todas las ramificaciones y móviles de la propia conducta negativa. Se trata de una atestiguación ecuánime sin reproche ni culpa. En realidad, sólo seremos conscientes de que somos Luz sin opuesto cuando seamos capaces de abrazar compasivamente el lado oscuro de nuestra realidad mental y permitir que se ilumine de manera progresiva.

José María Doria, de su libro "Inteligencia del Alma"

viernes, 5 de agosto de 2011

No Hay Nadie En Casa

Hay una historia de un pianista que ilustra bastante bien la importancia de comprender esta idea del no-hay-nadie-en-casa. La historia es la siguiente:

Un pianista muy famoso vive en una bella casa de campo frente a un río. Cada domingo por la mañana, al amanecer, da un pequeño paseo en su barca por el río para evadirse durante algunas horas del ajetreo de la vida cotidiana.

Un día deja que la barca sea arrastrada corriente abajo y, después de un rato, echa el ancla en medio del río. Y ahí está él, sentado en su pequeña barca, muy temprano por la mañana. No hay nadie alrededor. El pianista contempla la superficie del agua, disfrutando la paz y el silencio de estar en medio de la naturaleza sin hacer nada. Al estar sentado tan tranquilo no puede evitar pensar por qué las personas tienen siempre tantos problemas las unas con las otras. Al escuchar el canto de los pájaros, al contemplar los colores del sol reflejados en el agua, piensa en lo difícil que se hace creer que existan tantos problemas en el mundo. Se pregunta por qué estamos siempre enfrentados a nuestros vecinos y amigos.

De repente, sus pensamientos se ven interrumpidos por alguien que ha chocado con su barca por detrás. El pianista se sobresalta sorprendido y furioso, y se da la vuelta maldiciendo. Entonces, en un momento intemporal, se da cuenta de que la barca que lo había embestido ¡estaba vacía! Que le estaba gritando a ... nadie. Comprende que su barca había chocado con otra que iba a la deriva. Su rabia desaparece inmediatamente y, en un instante intemporal, una paz absoluta desciende sobre él y sobre todas las cosas. Se produce una unidad con todo lo que existe y al mismo tiempo se ve envuelto por un amor infinito.

Poco después el pianista se da cuenta de que esta colisión constituye una metáfora para las preguntas filosóficas que se estaba planteando. Todas esas personas con las que creemos tener problemas son como barcas vacías. No hay ningún capitán en las otras barcas. ¡Que increíble descubrimiento! Todos los habitantes de este planeta han sido hipnotizados por la creencia de que somos individuos separados, cada uno viviendo en un cuerpo diferente que camina por la superficie de la Tierra. Esto es lo que todos creemos porque imaginamos ser el capitán de nuestra propia barca.

Todos decimos: "En mi cabeza tengo un capitán que goza de libre albedrío y capacidad de elección", y por lo tanto concluímos: "Como todos los cuerpos que andan por ahí se me parecen, entonces también deben tener un capitán". Y todos nos dejamos hipnotizar por esta creencia simplemente porque .... parece tan real.

Ahora todo ha quedado clarísimo en la mente del pianista. Su propia barca también navega sin nigún capitán... Sólo sigue la corriente que la ha llevado hasta donde se encuentra. En otras palabras, ve que su cuerpo, en el que siempre había creído vivir, es una caja vacía. Es como una radio que toca música de piano, ¡no tiene ningún pianista dentro! Ahora se da cuenta de que "¡no hay nadie viviendo en este cuerpo, no hay nadie en casa! No existe ningún capitán en mi barca y tampoco capitanes en las otras barcas". Y éste fué el final de sus preguntas y de su sensación de separación. El pianista necesita sentarse por un momento para asimilar las consecuencias de lo que le ha ocurrido.

Después de permanecer sentado un buen rato, empieza a sentir hambre. Su estómago lo trae de vuelta al mundo real. Sin embargo, la paz y el amor siguen ahí, en un segundo plano. Todo es asombroso y normal al mismo tiempo. Vuelve a su casa remando contra corriente para poder desayunar. Mientras bebe su café se da cuenta de que todas las cosas son tal como son. Sin bien, sin mal, sin pasado, sin futuro, sin ahora. ¿Cómo puede ser tan obvio y tan simple y, sin embargo, nadie se da cuenta? El sonido de la nevera, el olor del café, el sabor de la mermelada, todo es un expresión de Esto.

Se da cuenta de que este Secreto abierto a todos se encuentra más allá de la comprensión ordinaria y por mucho que le gustaría compartirlo con sus amigos, sabe que no tiene las palabras para expresarlo. Y a pesar que la vida del pianista cambió por completo ese domingo por la mañana y nunca volvió a ser la misma, nadie se dio cuenta de lo que le había ocurrido. Él siguió tocando el piano igual que siempre.

Jan Kersschot, de su libro Nadie en Casa

lunes, 1 de agosto de 2011

Adicción Espiritual

Una persona espiritual se puede volver adicta a subidones espirituales, y de esa forma se pierde la experiencia de la Verdad. La adicción espiritual aparece cuando sucede algo estupendo y lo sientes igual que si estuvieses bajo el efecto de una fuerte droga. En cuanto lo obtienes deseas más. No hay droga más potente que la experiencia espiritual. El componente intelectual de esta adicción te hace creer que si tuvieses suficientes experiencias de este tipo, te sentirías bien todo el tiempo.

...Una persona espiritual está convencida de que no tiene ningún problema, cree que su ebriedad es distinta de las demás y opina que la solución reside en seguir espiritualmente ebrio permanentemente... Este problema perdurará mientras una parte de tí siga esperando el subidón de la experiencia... Te sientes genial durante un breve período de tiempo y después experimentas la reacción contraria... Cuando estas experiencias de subidones y bajones se suceden durante un tiempo suficientemente largo, empiezas a entender que la experiencia del subidón no es más que un péndulo al que le sigue un bajón...

Este es el movimiento del buscador, pero también es el movimiento del yo, pues siempre está interesado en las reacciones opuestas y en las iguales, y siempre está intentando mantener una experiencia y evitando otras... Mientras la identidad siga ligada a este movimiento, aunque estés en un subidón espiritual que te parezca muy noble, nunca llegarás a ser libre. Así no podrás ser libre, pues no podrás mantener la experiencia. Por su propia naturaleza, la libertad no tiene nada que ver con el mantenimiento de una experiencia concreta, pues la naturaleza de la experiencia reside en el movimiento... El yo personal cree que cuando se siente mejor está más cerca de su verdadera naturaleza y que cuando se siente mal está más lejos.

...La naturaleza de la experiencia consiste en cambiar o agitarse como las olas del mar. Se supone que eso es lo que debe hacer. La identidad empieza a salir del "yo", del buscador, para perseguir alguna experiencia en particular, hasta que llega, precisamente, a esto. Precisamente a esto. El centro está siempre aquí mismo. El centro ha estado aquí desde siempre. El buscador era el único que insistía en intentar llegar al centro de la experiencia espiritual del subidón... Aunque tu experiencia emocional o psicológica sea muy ordinaria, infeliz o extraordinaria, el centro seguirá estando aquí mismo. Y sólo desde aquí podrás empezar a asimilar que todo es una expresión del centro. Todo. Ninguna expresión es más auténtica que otra, pues en su centro no existe buscador alguno. Aquí mismo no hay nada. Todo es Uno.

Descubrirás que en ese centro no hay ningun yo. Sin ese yo en el centro, nadie puede juzgar si una experiencia determinada es la adecuada o si es espiritual... Todo es una expresión de ese centro y no hay nada separado de él.

...Cuando veas que el centro está vacío y que no contiene a nadie intentando ser otra cosa, te darás cuenta de que es mucho mejor que el mayor subidón espiritual. La verdad es igual de agradable, pero infinitamente más libre.

Adyashanti
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