domingo, 27 de mayo de 2012

Me encanta Dios


Me encanta Dios. Es un viejo magnífico que no se toma en serio. A él le gusta jugar y juega, y a veces se le pasa la mano y nos rompe una pierna o nos aplasta definitivamente. Pero esto sucede porque es un poco cegatón y bastante torpe de manos. 

Nos ha enviado algunos tipos excepcionales como Buda, o Cristo, o Mahoma, o mi tía Chofi, para que nos digan que nos portemos bien. Pero esto a él no le preocupa mucho: nos conoce. Sabe que el pez grande se traga al chico, que la lagartija grande se traga a la pequeña, que el hombre se traga al hombre. Y por eso inventó la muerte: para que la vida -no tú ni yo-, la vida, sea para siempre. 


Ahora los científicos salen con su teoría del Big Bang... Pero ¿qué importa si el universo se expande interminablemente o se contrae? Esto es asunto sólo para agencias de viajes.


A mí me encanta Dios. Ha puesto orden en las galaxias y distribuye bien el tránsito en el camino de las hormigas. Y es tan juguetón y travieso, que el otro día descubrí que ha hecho -frente al ataque de los antibióticos- ¡bacterias mutantes! 


Viejo sabio o niño explorador, cuando deja de jugar con sus soldaditos de plomo de carne y hueso, hace campos de flores o pinta el cielo de manera increíble. 


Mueve una mano y hace el mar, y mueve otra y hace el bosque. Y cuando pasa por encima de nosotros, quedan las nubes, pedazos de su aliento. 


Dicen que a veces se enfurece y hace terremotos y manda tormentas, caudales de fuego, vientos desatados, aguas alevosas, castigos y desastres. Pero esto es mentira. Es la tierra que cambia -se agita y crece- cuando Dios se aleja. 


Dios siempre está de buen humor. Por eso es el preferido de mis padres, el escogido de mis hijos, el más cercano de mis hermanos, la mujer más amada, el perrito y la pulga, la piedra más antigua, el pétalo más tierno, el aroma más dulce, la noche insondable, el borboteo de la luz, el manantial que soy. 


A mí me gusta, a mí me encanta Dios. Que Dios bendiga a Dios. 


Jaime Sabines (tomado de http://www.rincondelpoeta.com.ar/cuento_dios.htm)


jueves, 24 de mayo de 2012

Yo ya no soy esa persona


¿Alguna vez te sucedió que alguien te hablara como si fueras alguien que ya dejaste de ser? 

Luego de un tiempo de esfuerzo sostenido en trabajar internamente con tus rasgos más difíciles... Luego haberte muerto por dentro a lo que ya no te servía y haber renacido... Luego de asumir tus miserias y ponerles dedicación para transformarlas haciéndote cargo de ellas... Y, sin embargo, alguna persona (y quizás muy cercana!) le habla a alguien que ya no está allí en tu interior. Y quisieras decirle haciendo señas como para despertarle de un hechizo hipnótico: “Hey! Yo ya no soy esa persona!”. 


Y a veces resulta como hacerles señas a un ciego... Es doloroso ¿verdad? Genera impotencia y muy frecuentemente de poco valen tus intentos para que el otro comprenda que tu identidad ya no es esa: como dicen las Tradiciones de Sabiduría, la identidad de cada ser humano está regida como toda la realidad por una ley de impermanencia. Todo cambia. Todo se transforma. Y en nosotros está que se transforme hacia arriba o hacia abajo evolucionando o bien retrogradando... (Sí: nuestra evolución no depende de “lo que la vida nos haga” sino de nuestra actitud para aprovechar todo lo que nos suceda haciéndonos a nosotros mismos.)


La complejidad de nuestra especie provoca que nos movamos en este mundo más que en contacto con lo que es, vinculándonos en cambio con imágenes que construimos sobre lo que es. Y esto puede ser tan mecánico que uno quede imposibilitado de ver eso que verdaderamente es: le superponemos imágenes y emociones tal como lo hace un proyector de diapositivas. Volcamos en esa persona viejas imágenes que tenemos de ella. (Ni hablar de que también proyectamos asuntos irresueltos de nuestro pasado y además rasgos propios de nuestra sombra psicológica que no asumimos como nuestros!...). 


Así, en lugar de relacionarnos de verdad con un otro real, terminamos estableciendo vínculos ficticios pues... el otro está en la misma situación! Dos seres humanos intercambiando rancias imágenes, como cuando de niños hacían trueques con figuritas o estampitas... Se trata de una discapacidad vincular tan común que por ser una discapacidad invisible, la tomamos como “normal” y etiquetamos vínculos muertos como “mi amigo”,“mi marido”,“mi novia”... La mayoría de la gente se queda medianamente tranquila con esto. Pero quien ha comenzado a despertar, no. Esa mediocridad vincular le quema, día a día...


Esta circunstancia, ¿tiene solución? Sí. Pero es trabajosa. ¿Querrás intentarlo? Se trata primero de investigar en nuestra propia interioridad qué imagen uno tiene de sí mismo. Porque el fenómeno de relacionarse con imágenes no sólo se da con los demás sino también intrapsíquicamente. Es un logro fundamental en el trabajo sobre sí llegar a contactar con algo interno que no es impermanente: algo mucho más hondo que las diversas autoimágenes con que nos referimos a nosotros mismos. Esta constatación interna de que no soy esas imágenes que he creído como “yo”, disuelve las fantasmagorías que hemos fabricado sobre nuestra identidad. La guía esencial es una pregunta: “¿Quién soy realmente?” Si parto de la base de que no soy como desde mis condicionamientos imagino ser, ni soy las imágenes que otros proyectaron sobre mí y que una y otra vez he asumido como propias, esa pregunta va teniendo respuestas. Respuestas no-intelectuales sino de una calidad vivencial inequívoca. La autoobservaciónla Conciencia-Testigo de la que hablan las Tradiciones de Sabiduría es la herramienta clave.


Y sólo si puedo hacer contacto poco a poco con quien realmente soy lograré entonces hacer contacto con quien el otro realmente es. Podré ver qué imágenes proyecto en él. Podré disuadir en el otro quizás las imágenes que tenga de mí. Si ese maravilloso fenómeno vincular no se produce, los seres humanos experimentamos algo nítidamente doloroso: hambre de intimidad.
Y procuramos saciar ese hambre de múltiples formas erróneas. Millones de personas nacen, viven y mueren sin haber experimentado esa intimidad que, desde nuestra esencia, todos anhelamos. Como ves, el primer paso para acceder a ese tipo de contacto vincular, es comenzar a relacionarnos desnudamente con nosotros mismos. Puede ser doloroso. Puede ser intrincadamente trabajoso. Pero quizás sea una de las cosas más bellas que una persona pueda hacer en este mundo: estar en comunión consigo mismo y, desde allí, quizás, vivenciar la comunión con otro, más allá de las viejas imágenes. Te deseo que puedas. Pero, sobre todo, te deseo que quieras!

Virginia Gawel (publicado en Facebook por "Viajero del Alma")


miércoles, 16 de mayo de 2012

Alegría

Dormía y soñaba que la vida no era más que alegría. Desperté y vi que la vida no era más que servir. Serví y vi que servir era la alegría. - Rabindranath Tagore.

¿Existe algo más deseable que la alegría sin causa? 

¿Alegría sin causa? Sí, sin causa. La alegría entendida como un estado de conciencia que no depende de condiciones externas y ajenas. Un estado lúcido y chispeante que parece brotar desde el alma sin referencias mentales ni promesas vanas. Se trata de vitalidad cristalina que se expresa cálida en el latir de todas y cada una de las células. La “alegría sin causa” es una llama tan íntima y sutil que cualquier frustración o desengaño, ni la ensombrece ni la apaga. 

Mientras que tal alegría incondicionada se despliega desde muy dentro, existen otros estados de excitación que también llamamos alegría, totalmente condicionados por el rumbo de las cosas. Se trata de niveles de ánimo que, al depender de factores externos, lejos de afirmarse como estables, oscilan en la marea emocional, afectados por el vaivén de sus opuestos, la euforia y la tristeza.

La “alegría sin causa” no tiene opuesto en el péndulo porque la fuente de la que se nutre es la mano que sostiene la balanza. Cuando aflora, señala la coherencia de la vida diaria con el propósito central que da sentido a nuestra existencia. ¿Conoce usted el propósito de su vida?, ¿se formula alguna vez tal pregunta? El hecho de saber que estamos realizando el propósito por el que sentimos estar vivos, no es banal. Saberse inmerso en él, produce un nivel de alegría capaz de permanecer por encima de muchas penas y pérdidas que encogen nuestro corazón en el camino de la vida.

A veces, nuestro propósito consiste en gozar sirviendo al alivio de los demás seres y en ser útiles al desarrollo y bienestar de las personas. ¿Cómo se sintió, por ejemplo, el inventor de la penicilina al descubrir semejante bien para generaciones venideras? Tal vez, sabemos que aquello que hemos encontrado de valioso y reparador merece ser compartido y devuelto a todo ser que a nuestro lado pasa. Muchas personas, con una vida exclusivamente prosaica, tras enfrentar una no casual crisis que todo lo desmantela, despiertan a valores que los tornan sensibles a la compasión y la ayuda de los que menos esperan. Son seres que ya oyen ecos de sus almas señalando cómo servir al otro y apoyar lo que éste anhela. Se diría que tienen un sentido afinado para captar las profundidades de las personas que conectan. Seres que, desde pequeños, sienten la tendencia de servir a los seres vivos en el alivio de sus dolores, haciendo más llevaderas sus cargas muchas veces subterráneas y silenciosas. A base de expresar lo que de sus corazones brota, van descubriendo un sentido en la vida que anhela satisfacer la vocación de servicio al alivio del malestar y al cultivo de una paz hermanada.

Son personas que, aunque sus rostros no tengan arrugas, a veces, parecen muy viejas. Su sentido del dolor humano y la facilidad con que se ponen en el lugar de otras, las convierte en benefactoras anónimas en permanente servicio, algo que les supone la razón de ser de sus vidas. Se trata de los “nuevos servidores del mundo”, personas que más parecen haber caído de alguna estrella. Casi todo el mundo conoce una y también casi todos esperan de ellos la energía que desprende la lucidez de sus miradas. Si alguien les formula, ¿qué sentido tiene para ti la vida?, lejos de responder conceptos típicos como placer, fama y riqueza, contestan unánimes que servir es su alegría, servir de una y mil formas, ayudando a progresar a todos aquellos que pasan, no casualmente, por sus vidas.

José María Doria, de su libro Inteligencia del Alma

martes, 8 de mayo de 2012

¿Es real la Ilumiación?


Según algunos maestros, eso que llamamos iluminación no existe. Si con esto quieren decir que no hay ningún individuo separado que se ilumine, estoy de acuerdo. Pero no creo que sea eso lo que quieren decir. Si realmente creen que no existe, lo único que puedo afirmar es que, sencillamente, todavía no han despertado. 

Es relativamente fácil que alguien que haya oído todo lo que algunos maestros han dicho sobre la iluminación, pero no haya tenido una experiencia directa de ella, llegue a la conclusión de que no existe. Estas personas son conclusionistas. Siguen encerrados en la mente condicionada y no han visto más allá de ella, ni tampoco lo que es anterior a ella. Muchas personas, después de años de frustración buscando la iluminación, llegan a desilusionarse tanto que simplemente necesitan algo que satisfaga su falta de visión directa. La mente puede llegar a una comprensión intelectual de que la iluminación es un sueño.


Sin embargo, para quienes han tenido una visión directa, la iluminación es real. Ahora bien, cuando digo que es real, esto necesita una aclaración. Es cierto que no hay una entidad separada que despierte, pero sí hay un despertar. Se trata de una experiencia directa de lo que es real, más allá del ego ilusorio. Es la percepción más directa de lo que verdaderamente somos. Aquellas personas que han sido lo bastante afortunadas para vivir este estado de comprensión saben que ésa es la única experiencia real que han tenido.


Cuando despertamos, vemos que todo el proceso del ego-mente nos ha impedido ver aquello que siempre ha estado delante de nosotros, y que constituye nuestra identidad. Entonces todas las palabras desaparecen, el «yo» es visto en su totalidad; no es una cuestión de «Yo soy uno con la realidad», lo único que existe es...

Esto. No se puede nombrar, porque está más allá de la abstracción del lenguaje, y de conceptos como algo o nada, vivir o morir, ser o no ser, que son sólo ideas. Ninguna idea es real.

La iluminación nunca es una conclusión. Para llegar a una conclusión uno debe verla con respecto al pasado, como una serie de ideas sobre cómo funcionan las cosas y cómo se han formado.Pero la iluminación no tiene pasado. Tampoco tiene un futuro. Es lo que Es. Es el Ser de la Vida Misma. En mi caso fui tan afortunado que mi primer despertar llegó antes de que yo «supiera» algo sobre la iluminación. Nunca tuve

que cuestionar su realidad. Sólo deseaba profundizar, para comprender lo que había ocurrido. La idea de recurrir a un maestro para que me dijese dónde me encontraba rara vez surgió. Estaba claro que sólo una visión directa iba a serle útil a otros o a mí mismo.

Claro que la iluminación no tiene ninguna utilidad para el ego-mente. ¿Por qué motivo querría alguien poner fin a su existencia a sabiendas? El motivo es el sufrimiento. El motivo es la profunda necesidad de conocer la verdad. El motivo es el sentimiento de estar vacíos y huecos. La mayoría de la gente no llega a un profundo despertar. Muy pocos lo buscan siquiera, o se interesan por él. Y, desde luego, muchos ni siquiera saben que tal cosa existe. Pero incluso si uno no llega a estar profundamente iluminado, puede beneficiarse enormemente de la comprensión de lo que les ocurre a los humanos, de por qué la iluminación tiene tanto valor.


Si llegas a comprender el proceso del ego y a ver cómo funciona en ti y en todos los que te rodean, estarás mucho más cerca del despertar que si simplemente recurres a algún maestro que puede conocer, o no conocer, la verdad. Y no sólo eso, sino que además serás mucho más libre en tu vida cotidiana. Entenderás todas tus relaciones con una mayor claridad. Cuando las cosas se desmoronen, comprenderás cuál es la causa básica. Cada día se convertirá en muchas lecciones sobre lo que no es real, sobre lo que te hace 
sufrir, sobre lo que te impide ser libre y amar verdaderamente a las personas, a los animales y a toda la vida.

No te desesperes pensando que la iluminación está demasiado lejos de ti. En este preciso instante estás realmente despierto; simplemente no te das cuenta de ello. Y no permitas que quienes no han despertado te digan que no existe tal cosa. La iluminación es real; lo que no es real es el proceso del ego.


Melvyn Wartella, de su libro "Ego, Evolución e Iluminación"

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