miércoles, 30 de noviembre de 2011

Tres Preguntas

Hay tres preguntas que, cuando son formuladas con autenticidad, hacen que recuperemos en nuestro interior la conciencia de una realidad que ha estado oculta.

Dentro de este texto llamaremos a esa realidad "lo inefable". La llamamos deliberadamente lo inefable para comunicar que no puede ser comprendida mediante una aproximación puramente mental. Una vez que recuperamos la conciencia de esta realidad en nuestro interior, su vibración irradia hacia todos los aspectos de nuestra experiencia de vida.

Las tres preguntas son:

¿QUE SOY? No quién soy. Preguntar quién nos abre a respuestas impulsadas por la personalidad. Quién tiene que ver con conceptos y rasgos de comportamientos, sin ninguna conciencia de nuestra auténtica esencia.

¿QUE ES DIOS PARA NOSOTROS? Una vez más, es mejor no usar la palabra quién. Cuando Dios es un quién, estamos moviéndonos dentro de sistemas de creencias con base cultural.

¿DONDE ESTOY AHORA? Esta es una pregunta que rara vez hacemos porque damos por sentado que sabemos dónde estamos, de la misma manera que tendemos a dar por sentado, erróneamente, que somos la personalidad conceptual y de comportamiento que hemos fabricado; la identidad externa con la que interactúa todo el mundo en nuestra vida. También tendemos a dar por sentado, erróneamente, que Dios es la identidad movida por la personalidad que nos han enseñado en nuestras religiones, una identidad fabricada dentro las limitaciones de nuestro intelecto humano. Asimismo, podemos dar por sentado, erróneamente, que donde estamos en este momento está definido por la dirección física o la ubicación geográfica de nuestras circunstancias de vida. Pero, ¿realmente es así?

El motivo por el cual es posible que nos cueste responder a estas tres preguntas es que automáticamente intentamos dar una respuesta física o mental. Sin embargo, ni los aspectos físicos ni los aspectos mentales de nuestra experiencia humana tienen la capacidad de comprender una pregunta cuya respuesta sólo está disponible como una trasmisión vibracional.

Por lo tanto, a menos que reactivemos nuestra capacidad de interactuar directamente con nuestra esencia vibracional, seguiremos permaneciendo ciegos a esas respuestas, incluso cuando estén más cerca de nosotros que el aire que respiramos.

Solamente abandonando conscientemente nuestra ceguera podemos iniciar el viaje del despertar, que nos llevará desde el vivir inconscientemente hacia una conversación con lo inefable.

Michael Brown, de su libro "La Alquimia del Corazón"

jueves, 24 de noviembre de 2011

Gratitud

El mejor efecto de las personas exquisitas, se siente después de haber estado en su presencia. Ralf Waldo Emerson.

Cuando un ser exquisito se despide y se aleja, queda flotando en la atmósfera un punto de consciencia que enciende la llama. Se trata de una ola sutil de serenidad y lucidez que se hace evidente al poco rato de su marcha. En realidad, todo ser humano emana una radiación que, como mochila etérea, registra la calidad de sus propias vibraciones y el ropaje de su aura.

Cuando pasa por nuestra vida un ser que ha observado su ego y, que sin demandar afirmación, escucha sin prisa y con la guardia bajada, comprobamos que ya comienzan a existir humanos que han hecho de su mente transparencia. Comprobamos que en contacto con determinados seres, percibimos una suavidad y firmeza que envuelve claves que purifican antiguas heridas de nuestra alma. Se trata de personas que, aunque no hablen directamente acerca de lo que nos pasa, llegan ahí dentro donde había daño, ahí donde nuestro ego herido, se encoge y clama. ¿Acaso se trata de un servidor de la vida que vuelve a casa? Tal vez, es tan sólo la hermandad humana que sabe la clase de medicina que necesitamos para liberar miedos, suavizar aristas y barrer culpas pasadas.

Al cabo de varias horas, cuando uno se detiene y recuerda su presencia, sucede que brota una sonrisa y se respira más hondo, como si algo de suavidad perdurara. Y, aunque no hay razones para sentirse feliz, uno observa sorprendido que su corazón late en una alegría que recuerda al abrazo y a la afinidad del alma, “¿por qué?”, uno se pregunta. Tal vez porque alguien que hizo de su ego una máscara exquisita, nos brindó su aroma y la silente profundidad de su mirada.

Cuando vivimos desde dentro hacia fuera, cuando el dolor nos ha vaciado de prepotencia y ya hemos disuelto nuestras más rígidas corazas, cuando sentimos la inofensividad y la ternura, sabemos que la lucidez está inundando nuestros pozos de oleadas algo más que humanas. En realidad, y en lo profundo, sabemos que es el propio Universo el que nos reconoce y regala.

Y todo este milagro de la comunicación no depende de la conversación, ni de observar si a dicha persona le apetecía saber de nuestra vida, ni de si habla bonito acerca del todo y de la nada. Se trata, tan sólo, de un algo que está más allá de la piel, más allá de los puros cerebros, y casi, de la mismísima alma. Sucede que simplemente la Gracia nos visita, sucede que lo divino y fugaz quiere ser reconocido en el núcleo de nuestra pupila y en los latidos de nuestras más íntimas moradas.

Y tras el adiós de la despedida, mientras se siente el agridulce y sutil regocijo, uno levanta la mirada y pronuncia silenciosamente ¡Gracias! Y de nuevo, algo muy profundo se abre dentro, dispuesto a confiar y vivir con una visión más amplia.

“Gracias” dice uno, tras cerrar la puerta, a veces me visita el ángel con forma humana.

José María Doria, de su libro "Inteligencia del Alma"

viernes, 18 de noviembre de 2011

La Iluminación

El proceso del despertar es continuo y es, al mismo tiempo, una iluminación instantánea. Sigo aprendiendo día a día y ya han pasado veinticinco años desde que el ego ilusorio murió. ¿Qué he aprendido durante todo este tiempo y qué he aprendido a causa del propio despertar? Voy a explicarlo lo mejor que pueda. Ten en cuenta que las palabras sólo apuntan hacia algo que está más allá de cualquier realidad que la mente condicionada pueda comprender jamás, a pesar de ser algo sumamente simple.

Existen muchos conceptos erróneos acerca de la iluminación. Hay demasiadas personas pensando en experiencias cósmicas y místicas relacionadas con sus ideas acerca de lo que es la iluminación. Esta comprensión errónea ha sido perpetuada por algunos supuestos gurús y por escritores que no están despiertos. Es como la zanahoria que cuelga delante del burro que tira de la carreta: los gurús van en la carreta a expensas de los alumnos. Hay muchas supuestas «experiencias místicas», pero éstas tienen poco o nada que ver con la iluminación.

Muchas personas tienden a meter todo tipo de experiencias paranormales en el mismo saco que la iluminación. Esto también es un error. Como lo es asociar la iluminación a los últimos descubrimientos de la física. Yo he sido clarividente antes y después del  Despertar y este hecho no tiene ninguna relación con la iluminación.

Los cánticos, rezos y ritos religiosos no tienen ningún sentido para la iluminación. La meditación Zen puede ayudar a aquietar la mente para que vea con mayor claridad. Esto puede servir de alguna ayuda para el despertar. Yo no meditaba, ni seguía ninguna religión. La religión forma parte del sueño del ego y no tiene nada que ver con la realidad.

Tampoco he tenido jamás un maestro. A lo largo de la historia sólo ha habido unos pocos maestros realmente buenos. Hoy hay muchas personas que afirman ser maestros y que claramente no han despertado, a menos que consideremos que un pequeño espasmo espiritual es un Despertar. Son, en su mayoría, los llamados Budas Lunares: reflejan lo que han leído u oído, pero sin haber tenido ninguna experiencia real. Parece que muchos maestros  –demasiados– de la actualidad son lo que yo llamo conclusionistas:  tienen una imagen mental de lo que significa todo e implantan esas imágenes en las mentes de sus alumnos. Entonces los estudiantes llegan a una conclusión, lo cual les proporciona una euforia momentánea, y creen haber despertado. La iluminación jamás es una conclusión. No tiene nada que ver con la mente condicionada, excepto en la clara necesidad de ir más allá de ella.

La iluminación no tiene palabras. Nunca es una imagen de ningún tipo. No está en el tiempo, tiene que ser ahora. La iluminación es ver directamente la Realidad como la Realidad Misma. Jamás puede ser nombrada o expresada en forma alguna. Está dentro de una categoría completamente distinta a cualquiera de las que la mente está habituada. Es Conciencia Pura, Sabiduría Pura, Vida Pura y Simple, sin la sombra de la mente condicionada. No es otra cosa que lo que ves delante de ti, pero va más allá de toda objetividad y subjetividad. Es ver claramente cómo la mente se ha dividido en imágenes, ideas, conceptos, creencias y sueños. Eso es lo que muere: ése es el ego.
Cuando uno ha despertado verdaderamente, no necesita ninguna confirmación de nadie. Uno sabe qué ha ocurrido, sin ninguna sombra de duda, y está completamente seguro de que ha sido un despertar. Recientemente leí acerca de un maestro Zen del siglo XVque tuvo un despertar, o eso creyó, y luego recorrió todo Japón en busca de alguien que se lo confirmara. Si realmente hubiese tenido un despertar, no habría necesitado hacerlo. Era un conclusionista y así fue como enseñó lo que creía saber.

Con demasiada frecuencia, la gente cree todo tipo de disparates sobre aquellos que se han iluminado. Creen que, de algún modo, esas personas «Despiertas» son santas y están más allá del ser humano normal. Esto no es cierto. Una persona iluminada es simplemente una persona que ha despertado a la realidad y es la misma de siempre, nada más. La gente parece pensar que los iluminados son infalibles y perfectos en todos los aspectos. Son personas auténticas, de una sola pieza, pero son simples seres humanos, ni mejores ni peores que cualquier otro Cometen errores, quedan en ridículo y hacen la mayoría de las cosas que hace todo el mundo de vez en cuando. No pueden ver nada como si estuviera fuera de su Ser. No son capaces de odiar ni de hacer daño a nadie, tienen más compasión que la mayoría de los seres humanos, no se pierden en sueños ni en creencias fútiles, se sienten seguros y, durante la mayor parte del tiempo, son felices.

Tengo una página de un calendario Zen que dice: «Cuando el hombre corriente alcanza el conocimiento, es un sabio; cuando un sabio alcanza el entendimiento, es un hombre corriente». Las personas iluminadas son gente corriente. No son perfectas, pero ¿a quién le importa?

Melvyn Wartella, de su libro "Ego, Evolución e Iluminación"

domingo, 13 de noviembre de 2011

Apertura

Cuando dejamos de ser el centro dramático de nuestras propias vidas, logramos una expansión que nos da la paz.  Alice A. Bayley.

La vida es un proceso de ampliación progresiva de la propia identidad. En sus comienzos, el yo vive encapsulado dentro de la piel, en un mundo tan prieto que resulta casi imposible ponerse en el lugar de cualquier otra persona. Poco a poco, el impulso evolutivo expande la identidad, y conforme la persona crece y avanza, supera su propia prisión egocéntrica. Cuando se expande el yo-cuerpo-físico del niño, éste se identifica con un yo-familia. Más tarde, sigue expandiéndose a un yo-sociedad en la que vive para llegar un día en que su experiencia de identidad abarca a la Humanidad completa. Se dice que la expansión sigue su proceso hasta culminar en el ser-totalidad, el Universo en esencia.

El camino iniciático que recorre la conciencia hacia la infinitud de un expandido sí mismo conlleva aperturas sucesivas, también llamadas iniciaciones. Cada nivel superior integra los niveles anteriores. En el mundo de la Física se refleja esta ley cuando vemos que los átomos integrados trascienden al nivel mayor de la célula. Asimismo, cuando las células se integran, trascienden al nivel superior u órgano. Y a su vez, éste integrado con otros, es trascendido en un psicocuerpo, y así hasta llegar donde uno quiera. Esta escalera de niveles u holo-arquía se expresa conceptualmente cuando vemos que dos letras integradas conforman una sílaba. Cuando éstas, a su vez, se integran, trascienden a una palabra que a su vez, integrada en otras, trasciende a una frase y a su vez a un párrafo...

Cuanta mayor profundidad y mayor totalidad, mayor es el valor conjunto. A nivel del sí mismo-consciencia pasa lo mismo, es decir, cuanto más amplio y profundo sea el nivel interno alcanzado, más valioso y desarrollado será el yo identidad que uno siente y expresa. Nos expandimos del egocentrismo al mundi-centrismo y de éste, al holocentrismo. El proceso de crecer y expandir significa un camino de vuelta hacia la conciencia de unidad. Un estado final de llegada en el que ya no hay otro. Un proceso que representa la evolución de la conciencia que, partiendo del estado prerracional y preconsciente, pasa por un estado racional y consciente y finalmente, deviene transpersonal y supraconsciente. Tres etapas del desarrollo que aluden al pasado, presente y futuro de la Humanidad completa.

La experiencia dramática que experimentamos al vivir, en realidad, le sucede a nuestro yo-idea, no al Ser transpersonal que en realidad somos en esencia. La dramatización es una cinta teatral que se despliega en la mente de la persona. El hecho de observar a los personajes internos con los que nos hemos identificado y proceder, simplemente, a distanciarse de los mismos, conlleva liberar la identidad Real de sus marionetas. Dejar de creer que uno es sus propios personajes y proceder a observarlos como partes del propio ego, supone separar las máscaras del pequeño “yo persona” y vivir desde un “Yo Testigo” en permanente presencia. Se trata de un centro de la corriente de consciencia que observa a dichos personajes y máscaras. El Ser permanente, absoluto y ecuánime. El que se da cuenta de que su mente prefiere, compara y opina. Es aquel que se da cuenta de los contenidos patrones y modelos que su mente maneja.

Las nubes del cielo vienen y van sin que ello afecte al  disco solar que contempla imperturbado el trasiego de las sombras. De la misma forma, los pensamientos, las emociones, las imágenes y las sensaciones, todos ellos impermanentes, son como tales nubes siempre cambiantes que no afectan al Yo-Observación que como cielo imperturbable, permanece inafectado por sus transitorias presencias. Se trata del Ser esencial que en realidad somos que señala la libertad por excelencia.

José María Doria, de su libro "Inteligencia del Alma"

martes, 8 de noviembre de 2011

Los cuatro aspectos del amor según el budismo

- Bondad incondicional o benevolencia. Capacidad de dar alegría y felicidad a la persona que amas. Aprender a observar a quién amamos porque si no la comprendemos no la podremos amar. La comprensión es la esencia del amor. Dedicar tiempo a estar presente y atento y observar profundamente. A eso se le llama comprensión.

- Compasión. Deseo y capacidad de aliviar el sufrimiento de otra persona. Para conocer la naturaleza de su sufrimiento y ayudarla a cambiar, también hay que observarla profundamente. Para eso es necesaria la meditación. Meditar es observar a fondo la esencia de las cosas.

- Alegría. Si en el amor no hay alegría, no se trata de verdadero amor. Si estamos sufriendo y llorando todo el tiempo o si se hace llorar a la persona que amamos, eso significa que no se trata de un verdadero amor, incluso puede llegar a ser lo opuesto a él. Si en la relación de pareja no hay alegría, seguro que no es un verdadero amor.

- Ecuanimidad y libertad. El verdadero amor hace alcanzar la libertad. Cuando se ama de verdad se le da al otro una absoluta libertad. Si no es así, no se trata de un verdadero amor. El otro debe sentirse libre, no solo por fuera, sino también por dentro.

“El verdadero amor”. Thich Nhat Hanh, 2004.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Ojos de Verdad

El forastero estaba sentado tranquilamente en medio de la marea siempre cambiante del mercado matinal, tan tranquilamente que un niño, cuyo corazón estaba en paz, se fijó en él.

        Hola – saludó el niño.
        Buenos días – dijo el forastero, sonriendo amablemente.
        ¿De dónde eres? – le preguntó el niño, sentándose junto a él.
        ¿Qué te hace pensar que soy de otro lugar? – inquirió el forastero con un brillo en la mirada.
        Hay una luz diferente que brilla en ti – replicó el niño.
        ¿Puedes ver esa luz? – preguntó el forastero curioso.
        No con mis ojos – explicó el niño hablando bajito, como si estuviera compartiendo un secreto– , pero la siento.
        Ah – dijo el forastero, bajando también la voz– ,la ves con tu corazón.
        Si – dijo el niño.

Se quedaron en silencio durante lo que pareció una eternidad. Entonces el niño alargó la mano y la colocó suavemente sobre el antebrazo del forastero.

        ¿Puedes llevarme allí?
        No – dijo el forastero– , pero al estar sentado aquí y disfrutar tranquilamente de esta hermosa mañana, te estoy señalando el camino. Y, en cualquier caso – rió, colocando su brazo alrededor del hombro del niño – , no se puede llevar a alguien a un lugar en el que ya está.

Michael Brown, de su libro “La Alquimia del Corazón”


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