Hay tres preguntas que, cuando son formuladas con autenticidad, hacen que recuperemos en nuestro interior la conciencia de una realidad que ha estado oculta.
Dentro de este texto llamaremos a esa realidad "lo inefable". La llamamos deliberadamente lo inefable para comunicar que no puede ser comprendida mediante una aproximación puramente mental. Una vez que recuperamos la conciencia de esta realidad en nuestro interior, su vibración irradia hacia todos los aspectos de nuestra experiencia de vida.
Las tres preguntas son:
¿QUE SOY? No quién soy. Preguntar quién nos abre a respuestas impulsadas por la personalidad. Quién tiene que ver con conceptos y rasgos de comportamientos, sin ninguna conciencia de nuestra auténtica esencia.
¿QUE ES DIOS PARA NOSOTROS? Una vez más, es mejor no usar la palabra quién. Cuando Dios es un quién, estamos moviéndonos dentro de sistemas de creencias con base cultural.
¿DONDE ESTOY AHORA? Esta es una pregunta que rara vez hacemos porque damos por sentado que sabemos dónde estamos, de la misma manera que tendemos a dar por sentado, erróneamente, que somos la personalidad conceptual y de comportamiento que hemos fabricado; la identidad externa con la que interactúa todo el mundo en nuestra vida. También tendemos a dar por sentado, erróneamente, que Dios es la identidad movida por la personalidad que nos han enseñado en nuestras religiones, una identidad fabricada dentro las limitaciones de nuestro intelecto humano. Asimismo, podemos dar por sentado, erróneamente, que donde estamos en este momento está definido por la dirección física o la ubicación geográfica de nuestras circunstancias de vida. Pero, ¿realmente es así?
El motivo por el cual es posible que nos cueste responder a estas tres preguntas es que automáticamente intentamos dar una respuesta física o mental. Sin embargo, ni los aspectos físicos ni los aspectos mentales de nuestra experiencia humana tienen la capacidad de comprender una pregunta cuya respuesta sólo está disponible como una trasmisión vibracional.
Por lo tanto, a menos que reactivemos nuestra capacidad de interactuar directamente con nuestra esencia vibracional, seguiremos permaneciendo ciegos a esas respuestas, incluso cuando estén más cerca de nosotros que el aire que respiramos.
Solamente abandonando conscientemente nuestra ceguera podemos iniciar el viaje del despertar, que nos llevará desde el vivir inconscientemente hacia una conversación con lo inefable.
Michael Brown, de su libro "La Alquimia del Corazón"
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