Desde hace días he estado pensando en Pedro, agradeciéndole y honrándolo por la enseñanza que aportó a mi vida. Pedro vino hace varios años a mi consulta a solicitarme sesiones de Reiki. A sus 40 años, sufría de una diabetes avanzada que le impedía trabajar, perdía su visión día a día, vivía con muchas limitaciones y estaba muy deprimido. Había escuchado que Reiki ya se aplicaba en muchos hospitales en el mundo y consideraba que sería de ayuda para él. Acordamos que vendría 3 veces por semana y comenzamos. En la mitad de la tercera semana, Pedro me confesó con una sonrisa que las sesiones de Reiki estaban funcionando, que había comprobado que sus niveles de azúcar en la sangre bajaban después de las sesiones, que estaba más animado y que una vez que se había dado cuenta de eso, a modo de recompensa, se permitía comer un dulce o un chocolate en el camino de regreso a su casa.
Hablé con él sobre esto, de la importancia de hacerse responsable de su sanación y aprovechar este flujo de energía armónica que estaba recibiendo para permitir mayor equilibrio en su cuerpo, apoyar este proceso y lograr una mayor calidad de vida en lugar de agotar esta energía para procesar un dulce o un chocolate. Pedro me dijo que dado todo lo mal que la estaba pasando con su enfermedad, él merecía esos chocolates, que comerlos le hacía sentir bien y me dió toda una serie de razones, muy válidas desde su punto de vista, de porqué su conducta estaba justificada y no era algo a lo que darle mucha importancia.
Como muchos de los ángeles que han venido a mí, hoy recuerdo a Pedro con gratitud por la enseñanza que me dejó. Me pregunto, ¿qué decido hacer ahora con esta energía que acabo de recuperar y recibir? ¿Cómo la voy a invertir? ¿La voy a invertir en crear mayor gozo, equilibrio, bienestar en mi vida o decido usarla para seguir sosteniendo los viejos patrones, hábitos, dramas que ya sé que no me dan resultado? ¿Cómo me estoy justificando a mi misma para no hacer un mejor uso de esta energía a mi disposición? Si la energía fuera visible como el dinero, por ejemplo y estuviera en bancarrota y un amigo me da una buena suma para ayudarme, ¿volvería a decidir y hacer exactamente lo mismo que me llevó antes a la bancarrota? Seguramente no, haría ajustes, me informaría más en materia financiera, realizaría cambios para evitar caer en la misma situación. Sin embargo, hacer lo mismo en relación a la energía de los pensamientos y emociones que manejamos a diario, ya no es tan obvio y no le prestamos mucha atención.
Desde pequeños hemos aprendido a pensar y sentir de determinada manera y eso condiciona nuestra conducta y reaccionamos así de forma automática ante muchísimas situaciones de nuestra vida. Además defendemos esa manera de ser como la apropiada, auténtica y totalmente justificada. Muchas veces hay una especie de orgullo, de defensa de nuestra identidad y de nuestros patrones disfuncionales y entonces nos decimos que nos merecemos tal o cual gratificación, que yo soy así y de esa manera soy autentica, que tengo el derecho a ese comportamiento. No solo nos volvemos inconscientes y reaccionamos, sino que defendemos nuestras disfunciones con todo un arsenal de razonamientos. ¿A quién queremos convencer en realidad, al otro o a nuestra propia voz interior que nos está alertando una y otra vez sobre la manera en que usamos nuestro poder?
Estas reacciones automáticas y todas nuestras justificaciones nos muestran en qué y cómo utilizamos e invertimos la energía, día a día. Incluso aunque hayamos detectado que ciertas formas de pensar, sentir y actuar no nos son útiles, es tal la velocidad con que se genera nuestra reacción que antes de poder hacer algo distinto ya estamos de nuevo en medio del mismo patrón que nos desgasta. Podemos recibir muchas terapias y tener así mayor energía a nuestra disposición pero la auto observación, el darse cuenta y responder con consciencia en lugar de reaccionar es un paso importante para el cambio hacia la sanación, un mayor bienestar y plenitud en nuestra vida. Este paso es nuestra responsabilidad darlo, nadie lo puede dar por nosotros. Ni la mejor técnica o el más entrenado de los terapeutas y maestros puede realizar los cambios en nombre de nosotros. Si no nos hacemos cargo y realizamos inversiones de energía con mayor consciencia, no importa cuánta energía recibamos y recuperemos, la seguiremos gastando en los mismos y viejos patrones que ya no nos sirven y nuevamente nos veremos en medio da las mismas situaciones que no nos dan alegría, abundancia y plenitud.
Aunque no sepa bien por donde comenzar, el solo hecho de plantearme observar qué estoy haciendo con mis pensamientos, emociones y acciones, es decir, en qué estoy invirtiendo mi energía, genera una perspectiva distinta. “Observar” se realiza en el presente, en este momento, en las tareas que vamos haciendo todos los días, incluso las que nos parecen más pequeñas e insignificantes. Observar implica monitorear no solo el exterior, lo que estoy haciendo, con quien y de qué manera, sino lo que sucede en mi interior, como me siento y qué pensamientos están tras las cortinas de mis acciones. Y puedo preguntarme a menudo ¿en dónde y cómo decido invertir mi energía ahora? De esta forma comienzo poco a poco a reconocer mi poder sobre mis pensamientos, emociones y acciones y hacerme responsables de ellos. Esto va abriendo una pequeña brecha de tiempo antes de la reacción. Al principio es pequeña, pero con el tiempo y debido a que estoy pudiendo sostener y conservar más energía, la brecha será más grande y podremos por fin comenzar a responder conscientemente en lugar de reaccionar. La diferencia entre responder y reaccionar, es en sí mismo un cambio monumental.
Es momento de reclamar nuestro poder y hacernos dueños de nuestros pensamientos, emociones y acciones para crear la vida de paz, armonía, salud, amor y abundancia que sueña nuestro corazón. Y ese momento, como siempre, es ahora.
Verónica Hernández Simeonoff.
© Todos los derechos reservados, Noviembre del 2010
Hola Verónica, me haces pensar mucho con este razonamiento muy real escrito sobre nuestro comportamiento y enfoque de nuestra energía y nuestros pensamientos, es algo a tener en cuenta ya que muchas veces como bien comentas logramos cosas, pero si seguimos con el mismo patrón de comportamiento de siempre, ese que no nos ha dado resultados nunca, estamos entonces malgastando lo logrado. muchas gracias, agradezco mucho tus escritos!
ResponderEliminarGracias por tu comentario Rafael. Así es, muchas veces recuperamos energía y la invertimos en el mismo patrón debido a nuestros hábidos inconscientes y reacciones automáticas.
ResponderEliminarEn amor,
Vero