domingo, 15 de julio de 2018

10 Enfermedades de Trasmisión Espiritual

De forma provisional se pueden señalar estas 10 tendencias morbosas en el camino espiritual, que nos separan de este y que en algunas ocasiones son verdaderos escollos insalvables a superar por el buscador que se considera comprometido consigo mismo, pero a menudo cuesta dejar de lado el autoengaño que ello comporta.

1. Espiritualidad de Comida Rápida:


Mezclar la espiritualidad con una cultura que celebra la velocidad, la multitarea y la gratificación instantánea y el resultado es probable que sea espiritualidad de comida rápida. La espiritualidad de comida rápida es un producto de la fantasía común y comprensible que el alivio del sufrimiento de nuestra condición humana puede ser rápido y fácil. Una cosa es clara: la transformación espiritual no se puede tener en una solución rápida.

2. La espiritualidad de imitación:

La espiritualidad de imitación es la tendencia a hablar, vestirse y actuar como nos imaginamos que una persona espiritual, lo haría. Se trata de un tipo de espiritualidad que imita la realización espiritual en la forma en que la tela de piel de leopardo imita a la piel real de un leopardo.

3. Motivaciones confusas:
A pesar de que nuestro deseo de crecer es genuino y puro, a menudo se mezcla con otras motivaciones, entre ellas el deseo de ser amado, el deseo de pertenecer, la necesidad de llenar nuestro vacío interior, la creencia de que el camino espiritual nos liberará de nuestros sufrimientos, y la ambición espiritual (el deseo de ser especiales), ser mejor que, y ser “el elegido”.

4. Identificarse con las experiencias espirituales:
En esta enfermedad, el ego se identifica con nuestras experiencias espirituales y las toma como propias, y empezamos a creer que estamos encarnando ideas que han surgido dentro de nosotros en determinados momentos. En la mayoría de los casos, no dura indefinidamente, aunque tiende a perdurar por largos periodos de tiempo en los que se creen iluminados y/o que funcionan como maestros espirituales.

5. El Ego Espiritualizado:
Esta enfermedad ocurre cuando la propia estructura de la personalidad del ego se mezcla arraigada y profundamente en conceptos espirituales e ideas. El resultado es una estructura del ego que es “a prueba de balas.” Cuando el ego se espiritualiza, somos invulnerables a la ayuda, nueva información o retroalimentación constructiva. Nos convertimos en seres humanos impenetrables y estancamos nuestro crecimiento espiritual, todo ello en nombre de la espiritualidad.

6. La producción en masa de los maestros espirituales:
Hay una serie de tradiciones espirituales de moda en la actualidad que producen personas que se creen estar a un nivel de iluminación espiritual, o maestría, que está mucho más allá de su nivel real. Esta enfermedad funciona como una cinta transportadora espiritual: ponte en este resplandor, consigue aquella visión, y bam! Estás iluminado y listo para iluminar a otros en forma similar. El problema no es que estos profesores instruyan sino que se presentan como si hubiesen alcanzado la maestría espiritual.


7. El orgullo espiritual:
El orgullo espiritual se produce cuando el practicante, a través de años de esfuerzo, en realidad ha alcanzado un cierto nivel de sabiduría y usa ese logro para justificar el cierre a más experiencias. Una sensación de “superioridad espiritual” es otro síntoma de esta enfermedad de transmisión espiritual. Se manifiesta como una sutil sensación de que “yo soy mejor que otros, más sabio, y por encima, porque yo soy espiritual.”

8. La mente del grupo:
También se describe como pensamiento de grupo, la mentalidad de culto, o la enfermedad de ashram, la mente de grupo es un virus insidioso que contiene muchos elementos de la codependencia tradicionales. Un grupo espiritual tiene acuerdos sutiles e inconscientes con respecto a la forma correcta de pensar, hablar, vestirse y actuar. Los individuos y los grupos infectados con “mente de grupo” rechazan los individuos, las actitudes y circunstancias que no se ajusten a las normas a menudo no escritas del grupo.

9. El complejo del pueblo elegido:
Es la creencia de que “Nuestro grupo está más evolucionado espiritualmente, es más potente, inteligente y, en pocas palabras, mejor que cualquier otro grupo”. Existe una importante distinción entre el reconocimiento de que uno ha encontrado el camino correcto, el profesor adecuado, o la comunidad correcta para sí mismos, y el haber encontrado “al elegido”.

10. El virus mortal: “Yo He Llegado”:
Esta enfermedad es tan potente que tiene la capacidad de ser terminal y mortal para nuestra evolución espiritual. Esta es la creencia de que “he llegado” al objetivo final de la senda espiritual. Nuestro progreso espiritual termina en el punto donde se concreta esta idea en nuestra mente, porque el momento en que comenzamos a creer que hemos llegado al final del camino, un mayor crecimiento se detiene.

Mariana Caplan

En el año 2012 realicé un podcast en el programa Vivir en Presencia sobre este tema, aquí lo puedes escuchar:






sábado, 10 de febrero de 2018

Creencias

Las creencias son afirmaciones, pensamientos, juicios e ideas sobre nosotros mismos, sobre la gente de nuestro entorno, el mundo que nos rodea y su funcionamiento.
Nuestras creencias filtran lo que captamos a través de nuestro sistema sensorial, de manera que determinan el significado que asociamos a cada vivencia en particular, por insignificante que esta nos parezca. Las creencias ejercen un gran impacto sobre la manera en que nos comportamos y los resultados que obtenemos en base a nuestro comportamiento.

Las creencias actúan como “profecías de necesario cumplimiento”

Nuestras creencias, ya sean limitantes o potenciadoras, determinan nuestros actos, y nuestros actos verifican y refuerzan las creencias en un bucle que se retroalimenta a sí mismo. Con el paso del tiempo, las creencias se arraigan cada vez con más fuerza y parecen cada vez más reales.

Para continuar profundizando en el papel que las creencias desempeñan en la forma en que interpretamos nuestro mundo es necesario que precisemos los conceptos de leyes, supersticiones y creencias. Las leyes son verdades absolutas, hechos científicamente demostrados, por ejemplo, “el agua hierve a 100 grados centígrados”. Las leyes carecen de excepciones y siempre son válidas las condiciones en que se aplican.

Por otro lado, las supersticiones tienen un valor de ley para las personas que las albergan. “No hay que pasar por debajo de una escalera ya que trae mala suerte”, “cruzarse con un gato negro es señal de mal agüero”, etc. Las personas que albergan este tipo de supersticiones son conscientes de que no constituyen leyes, sino que se tratan de creencias (de índole personal, familiar o cultural) que limitan su conducta.

Las supersticiones, al igual que las creencias, están asociadas a una función psicológica concreta y expresan (de forma simbólica o metafórica) prohibiciones o límites que deben respetarse para mantener el equilibrio personal y social. Así pues, de acuerdo con los conceptos expuestos, podemos definir una creencia como una superstición inconsciente a la que se le suele atribuir el valor de una ley.

Las creencias operan al nivel de la estructura profunda e influyen sobre la estructura superficial de nuestros pensamientos y comportamientos. Aunque somos conscientes de muchas de nuestras creencias, en general nuestras creencias más arraigadas e influyentes operan fuera de nuestra percepción consciente. Hay algunas creencias que vemos como verdades absolutas y que nunca cuestionamos: “así son las cosas”, “yo soy así”. Un cambio de creencias puede generar un gran cambio en la forma en que vivimos nuestras vidas y en los comportamientos que manifestamos.

Las creencias también pueden tener un efecto muy significativo sobre nuestra salud, concretamente sobre el famoso “efecto placebo”. En numerosos estudios clínicos se ha determinado que un porcentaje estadísticamente significativo de pacientes responden a los placebos (sustancias inactivas) igual o mejor que los pacientes que reciben el fármaco activo.

¿Por qué? Sencillamente porque creen que va a funcionar. Tal puede ser la fuerza de una creencia

Una vez que creemos en algo, tendemos a ignorar las evidencias en contra y aceptamos sólo aquella información que refuerza esa creencia.

“Tanto si crees que puedes como si no, estás en lo cierto” (Henry Ford)

Estructura de las creencias

También podemos definir las creencias como un vínculo arbitrariamente establecido entre dos objetos concretos o abstractos. La naturaleza de este vínculo es de igualdad o de implicación/causalidad. Si bien esta estructura se mantiene fija, el contenido de las creencias es ilimitado.

En la creencia “yo soy un incompetente” se observa la estructura de igualdad, donde “Yo = incompetente” (X = Y). En esta creencia se crea un vínculo de igualdad entre la identidad de la persona y sus capacidades. Si, por otro lado, tomamos la creencia “Sólo se gana dinero trabajando duro”, podemos apreciar que en este caso existe un vínculo de dependencia o causalidad: ganar dinero implica trabajar duro. (Si X, entonces Y).

En relación con la manera en que se estructuran las creencias, si ponemos en práctica el uso del metamodelo, seremos capaces de detectar una gran cantidad de creencias, tanto propias como ajenas, que manifestamos en nuestro discurso habitual.

¿Cómo se forman las creencias?

Las creencias se forman durante nuestro desarrollo y proceden de muchas fuentes distintas: *Educación, cultura, figuras parentales, amistades, acontecimientos traumáticos, experiencias repetitivas… Por lo general, construimos las creencias generalizando nuestras experiencias en el mundo. Adoptamos muchas de nuestras creencias mediante la socialización, imitando inconscientemente la visión y los modelos del mundo de aquellos que nos rodean, especialmente de aquellos a los que respetamos.

Mientras crecemos, las expectativas que la gente que nos rodea tienen en relación con nosotros nos van modelando poco a poco, sin que nos demos cuenta. Cuando somos jóvenes, tendemos a creer lo que otros dicen sobre nosotros porque carecemos de experiencias que nos permitan contrastarlo, y estas creencias pueden permanecer instaladas muchos años más tarde sin que logros posteriores sean suficientes para modificarlas.

Una creencia nace de una idea que con el paso del tiempo va reafirmándose a través de las experiencias que se viven. Cuando se han reunido las suficientes experiencias de manera repetida, se percibe que la idea inicial ha sido lo suficientemente sustentada y es por tanto cierta. Es entonces cuando la idea inicial se ha convertido en creencia. A partir de entonces, todo lo que hacemos mantiene y refuerza nuestra creencia. Lo que ha sucedido en este punto es que las creencias ya han dejado de ser simples mapas o recuerdos de las experiencias y se han convertido en estrategias que se emplearán para la planificación e interpretación de acciones futuras.

Cuando creemos algo, actuamos como si fuera verdad. De ahí que no sea fácil encontrar pruebas de su falsedad. Tal como mencionamos en la introducción a este módulo, las creencias actúan como una especie de profecía, y para ello se sirven de su potente efecto de filtro de nuestra percepción. Los hechos se interpretan de acuerdo con las creencias y las excepciones nos sirven para confirmar la regla. Se trata de un círculo de retroalimentación que tiende a perpetuar lo que creemos cierto.

Dado que las creencias constituyen un generador tan potente de significado en nuestras vidas y desempeñan un papel tan central en el proceso de percepción, es esencial que comencemos a hacernos con el control consciente de nuestras creencias, y para ello primero deberemos poder reconocerlas.

Christian Simon

lunes, 29 de enero de 2018

​ El Wu-Wei o No-Actuar, la Inacción. Significado real.

El concepto oriental de Wu-Wei, no-acción, inacción, que en occidente es tan a menudo mal interpretado es crucial para aquellos que están en el camino. Acerquémonos a su comprensión usando el lenguaje mejor adaptado a los trabajos espirituales : El Sanscrito.

En Sanscrito tenemos las dos palabras :
akarma = inacciónakarmak = sin hacer nada
​​

En la inacción no hay esfuerzo, es natural. Al contrario, si pretendemos estar sin hacer nada, hay esfuerzo. Cuando la gente se sienta a meditar están, en muchas ocasiones, tratando de no hacer nada. Y les resulta muy difícil, lo ven como algo inalcanzable. Y abandonan su práctica. 

Cuando estamos inactivos, por el contrario, no hay esfuerzo ninguno. La inactividad viene tras un proceso de relajación y abandono, no tras un proceso en el que intentamos imponernos a nosotros mismos algo, como la inmovilidad. 

La inmovilidad perfecta solo puede coexistir con una perfecta relajación, con un perfecto abandono en el tao, en la providencia, en el fluir de las corrientes cósmicas. Se llega pues al Wu Wei, a la inacción, a traveé del camino de la relajación y el abandono de sí mismo. No se llega a través del camino de la ciencia, la moral o la religión, o esforzándonos en algo. Simplemente relajación y abandono en el tao.

Esto no significa inactividad. Si el tao requiere de nosotros una actividad cualquiera, por supuesto la realizamos. Y en acción, respetamos la no-acción.

La flor, durante la floración está en Wu Wei, no hace nada, simplemente es una flor, y florece.

Si la flor tuviera una mente similar a la humana comenzaría a preocuparse y preguntarse: ¿De qué color serán mis nuevas hojas?. ¿Podría acelerar mi proceso con un poco de fertilizante?. ¿Dónde venden el fertilizante?.
¿Cuánto cuesta?. ¿Qué dosis debería emplear?.¿Seré mayor que la flor de al lado? Este árbol de ahí no me gusta, ¿cómo podría hacerlo desaparecer?. Etc, etc, etc. Y empezaría a intentar estirarse para engrandecer sus pétalos, y quizás aprendería tai chi para favorecer su proceso de crecimiento.


El humano crea muchas más entidades mentales que una flor. Y, dirige su actuación de acuerdo con estas entidades mentales, en muchas ocasiones en una dirección diferente a la del fluir del tao en ese momento. Esto genera karma. Es el pecado en la tradición judeo-cristiana. Si uno no actúa de acuerdo con el fluir del tao, está pecando. Y si uno trata de permanecer inmóvil durante 40 minutos y el tao le requiere para danzar de alegría, está pecando.
Por el contrario, cada vez que actuamos según el fluir del tao, eliminamos karma. Lo borramos.


Hay que dejarse poseer por el tao y actuar según sus requerimientos.
Hemos de ser como la flauta que ofrece su forma al viento para crear la melodía de la existencia.

Jorge Luis Altimiras Escuder

domingo, 5 de noviembre de 2017

Los riesgos del bypass espiritual

¿Alguna vez recurriste a tu espiritualidad para evitar enfrentar un aspecto doloroso de tu vida? ¿Dejaste pasar abusos en nombre de la compasión? ¿Te escudaste en tus aspiraciones más elevadas para evitar sentir celos o enojo, por considerarlas emociones “poco espirituales”?

Si la respuesta a alguna de estas preguntas es sí, no estás solo. La mayoría de las personas que transitan el camino espiritual caen en algún momento, sin darse cuenta, en esta distorsión que el psicólogo estadounidense John Welwood bautizó “bypass espiritual” allá por 1984. De hecho, es una ocurrencia tan común en la cultura espiritual reinante, que muy pocos la perciben en su existencia y los peligros que trae aparejados.

Autores como Ken Wilber y Robert Augustus Masters incluso advierten que muchos consejeros religiosos y psicólogos transpersonales hoy promueven este error, con las mejores de las intenciones, al proponerle a quienes buscan su ayuda soluciones espirituales a problemas de otro origen (cognitivos, psicológicos, hasta corporales).

El psicoterapeuta Robert Masters dice en su libro Bypass Espiritual: "cuando la espiritualidad nos desconecta de lo que verdaderamente importa, nuestra dificultad para tolerar y hacer frente a nuestra sombra personal y colectiva es el motor que nos lleva a buscar la espiritualidad como refugio o solución fácil a nuestros problemas. En estos casos, las prácticas o creencias no ayudan a elevarnos sino a evitar el costoso tránsito por el auto-examen y la auto-observación, a acallar la voz interior que nos dice que algo no está bien, a barrer bajo la alfombra conflictos y dificultades que piden a gritos ver la luz del día".

Así lo describe John Welwood, quien acuñó el término a partir de lo que observaba en su comunidad de practicantes budistas, y en él mismo: “Cuando caemos en el ‘bypass spiritual’, usamos la meta de la iluminación o la liberación para racionalizar lo que yo llamo trascendencia prematura: intentar elevarnos por encima del costado crudo y desprolijo de nuestra humanidad antes de haberlo enfrentado verdaderamente y haber hecho las paces con él. Y entonces procuramos usar la verdad absoluta para descalificar nuestras necesidades humanas relativas, nuestros problemas psicológicos, nuestras dificultades vinculares o déficits de desarrollo. Creo que este es una especie de ‘peligro ocupacional’ del camino espiritual, dado que la espiritualidad conlleva la visión de ir más allá de nuestra situación kármica actual”.

¿De qué formas se manifiesta esta tendencia en las personas? En una actitud de desapego excesivo, la represión de ciertas emociones (la tendencia a “anestesiar” la tristeza o el enojo), o a través de una compasión ciega, una inclinación exacerbada hacia lo positivo, ignorando o denostando la propia sombra (los aspectos mal vistos de uno mismo). En casos más extremos, puede presentarse, incluso, como delirios de iluminación.

También se denomina a esta tendencia “inflación espiritual”, en referencia la noción de que todo puede trascenderse a pura fuerza de luz y voluntad. Pero ya lo decía C.G. Jung: “Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz sino haciendo consciente la oscuridad”.

Un ejemplo de Welwood, en relación a la práctica del budismo en Occidente: “Si uno intenta practicar el desapego renegando de la propia necesidad de recibir amor, lo único que logra es desterrar esa necesidad al inconsciente, donde posiblemente actúe y se manifieste de maneras potencialmente peligrosas”.

Explica el terapeuta: “Es fácil usar conceptos como ‘la verdad del vacío’ de una manera distorsionada. La enseñanza es que los pensamientos  y las emociones no tienen existencia verdadera, que son apenas ilusiones del Samsara (el mundo de las formas), y por lo tanto, no debemos prestarles atención. ‘Debes reconocerlos como formas vacías y, atravesarlos sin más’, es el consejo que reciben los discípulos. Esto puede ser útil en el ámbito de la práctica, pero en situaciones de la vida, esas mismas palabras pueden ser usadas para reprimir o negar sentimientos que requieren nuestra atención. Lo he visto ocurrir en numerosas ocasiones”.Temo que lo que muchos budistas occidentales están practicando no es desapego, sino evitación del apego. Esto no es lo mismo que liberación del apego: es otra forma de apego: se apegan a la negación de sus necesidades humanas, por desconfianza en el amor”, subraya. 

Este fenómeno se asocia en parte con la explosión de interés en la espiritualidad que acontece en los años 60 y la adopción por parte de Occidente de prácticas y saberes del Oriente; y también con la deformación de estas prácticas y creencias en lo que ha dado en llamarse “espiritualidad de consumo rápido”.

Pero no es privativo de las tradiciones orientales ni de sus prácticas; la oración también puede ser usada como una manera de evitar contactar con las heridas psicológicas y los dolores del corazón.


Lo cierto es que no hay nada instantáneo en el proceso de crecimiento espiritual.Quienes conquistan la madurez en este terreno lo hacen a fuerza de años de trabajo interior y transparencia, sabiéndose pequeños y falibles en cada paso del camino. En términos de Welwood, en ellos la fruta cae del árbol por su propio peso, en lugar de ser arrancada prematuramente de la rama.


Hay en estos seres añejados espiritualmente -sean monjes, maestros o barrenderos- una cualidad de integridad y de arraigo. No son almas descarnadas, ni aparentan serlo. No están, ni se pretenden, más allá de nada. Por esto mismo, son capaces de abrazar la complejidad de quienes los rodean con infinito amor, y mostrar el camino hacia una transcendencia real, sin trampas ni atajos, sin ilusiones de santidad, con simple vocación humana.

No podría desearnos un destino mejor.

Fabiana Fondevila

jueves, 5 de octubre de 2017

El llamado de la depresión

La depresión no es lo que crees. Se trata de una ruptura sumamente necesaria de todo aquello que es de segunda mano en tu vida, de todo aquello que no has comprobado, de todo aquello que has dado por hecho. Es una invitación para que te contactes con lo Nuevo. Para que te arriesgues. Para que vivas. Para que ames en una forma que sabes que es posible para ti. Para que dejes de fingir.Se trata de la oportunidad, de perder la fe en todos los significados que se te dieron, en todos los valores de segunda mano, en todas las creencias que alguna vez usaste para protegerte de tu experiencia inmediata, íntima, y una invitación para que te encuentres cara a cara con la vida, al desnudo. Es una oportunidad para sentirte dispuesto a perderlo todo.

Palabras como “compromiso”, “relaciones”, “deber”, “amor”, “iluminación”, incluso “felicidad”, de pronto suenan demasiado vacías, demasiado lejanas de nuestra experiencia de vida. Ellas siempre fueron algo distantes, éste es el secreto: Siempre estuviste viviendo de palabras, tomaste las palabras como dioses o como metas, y en realidad nunca tocaste la vida que sabías que era posible.

¡Esa era la “depresión”!… tu imaginada separación con todo lo que está vivo dentro de tu corazón.

Pero recuerda que la vida viene antes que las palabras, amigo. El mundo de las palabras, pensamientos, significados, debe disolverse. Se trata de un mundo falso, un mundo dual, un mundo vacío y falto de amor. Este mundo jamás fue tu verdadero hogar.

Así que ¡aflígete por este mundo perdido! ¡Llora por el fallecimiento de tu falso hogar, sí! Pero sabe que no hay nada malo contigo – son sólo sueños lo que está muriendo, sólo fantasías que se están consumiendo en el fuego de la Verdad, y una nueva vida, una vida mucho más creativa está emergiendo de las cenizas de todo lo viejo.

La depresión no es una patología, date cuenta, no es algo “negativo”, y ciertamente no es algo que esté “mal” (porque el universo nunca comete errores), es más bien el incomprendido camino de los valientes. Es un camino espiritual que exige todo de nosotros. Necesita que nos detengamos, que realmente hagamos un alto, y que veamos la vida de frente. Que nos cuestionemos todo, absolutamente todo, y que no creamos nada que no esté vivo dentro de nosotros. Que descubramos lo que en realidad somos, más allá de todas las historias. Que terminemos esa dependencia fundada en el temor a las autoridades externas y que confiemos en nosotros mismos por primera vez. Que recordemos nuestra verdadera naturaleza y que dejemos de estarnos disculpando por todo aquello que está vivo en nosotros.

No mediquemos nuestra “depresión”, adormeciéndonos y haciéndonos cada día más dependientes de lo que ya somos. ¡No somos ningunos esclavos! Dejémonos abrir,permitamos que el estatus quo se desmorone y abrámonos a una experiencia plena de vida, incluso si esto duele. Abracemos la alegría y el dolor de la existencia, la seguridad y la duda, la felicidad y el aburrimiento. 
Permitámonos ser la inmensidad en donde todo puede surgir y desaparecer.


Descansemos del agotador juego de buscar algo que jamás podremos encontrar en el tiempo o en el espacio, y dejemos de pretender que la “depresión” es algo más que una cierta clase de conversación con la vida.

Entendamos el profundo llamado de la depresión y terminemos con el miedo que algún día le tuvimos, de una vez por todas.

- Jeff Foster
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